domingo, 29 de septiembre de 2013

La villa lírica de Padrón (I)



Una composición de rincones escondidos y tranquilos, de atractivos secretos inalterados, de impresiones misteriosas y sensaciones sosegadas. Así es esta comarca padronesa que reposa sobre una creación literaria y paisajística, recorrida por los poemas de Rosalía, al fondo de la bella ría de Arousa y en la confluencia de las vegas de los ríos Ulla y Sar, en el centro de una tierra hermosa, fértil, llana y apacible, testigo de la desesperación última de Macías O Namorado, y cuna de ese hábil y gran manipulador del lenguaje como fue Camilo José Cela. Todos ellos han dejado en la villa y alrededores sus huellas literarias y su halo sentimental. Ni Padrón ni Iria Flavia, rebosantes de historia,  serían las mismas sin sus estrofas, versos, metáforas, palabras y sensibilidad.

Padrón y alrededores.
Padrón, municipio situado en el extremo suroccidental de la provincia de A Coruña, se extiende sobre un amplio valle, bañado por las aguas del Sar y protegido por los montes de Miranda y Santiago. Su historia no se puede desvincular de la antigua ciudad de Iria Flavia, población romana de cierta envergadura. Más tarde, el devenir histórico de esta villa se vio reforzado por las leyendas jacobeas que relatan la llegada y amarre, a su puerto medieval, de la misteriosa barca que transportaba el cuerpo del Apóstol Santiago, después de un largo viaje desde Judea.
Durante la Edad Media, Padrón e Iria Flavia se convirtieron en paso obligado para todo peregrino que llegaba a Compostela a través del mar. De esta forma, la tradición nos ha legado la ruta jacobea marítima, entrando por la ría de Arousa y pasando por Iria. Pero su importante desarrollo y crecimiento convirtieron estas codiciadas tierras en un objetivo deseado por árabes, normandos y vikingos. Para defenderlas, se hizo necesaria la construcción de las famosas Torres del Oeste o de Catoira, mandadas edificar por el Obispo Cresconio. La época de plenitud de Iria Flavia decayó, una vez descubiertos los restos del Apóstol. A partir de los siglos XII y XIII, su proximidad a la ciudad de Santiago ha hecho de ella lugar de acogimiento de los obispos compostelanos.


Gran parte de la historia de esta comarca se refleja en las esculturas y edificios religiosos como el Cruceiro Plateresco de Fondo da Vila, las iglesias de Santiago y del Carmen, el convento de San Antonio, o la Colegiata de Santa María Adina; también en las construcciones civiles –como en el Palacio de Quito, del siglo XVII, con magníficos soportales, manifestación de arquitectura barroca y que fue residencia del arzobispo de Quito, o en el Alfolí do Sal, un almacén de sal, de estilo románico del siglo XII.





Por otro lado, su historia literaria, popular y costumbrista queda patente en sus estatuas, como la de Cela en el paseo del Espolón, la de Rosalía -situada en frente de este último-, la de la Sementeira -dedicada a la vendedora de semillas, la de A Pementeira -un homenaje a las gentes que cultivan los pimientos de Padrón-, la de Macías O Namorado…





También sus calles, de origen medieval, nobles, antiguas y estrechas, junto con sus seductoras plazas, se despliegan y se integran por esta singular villa gallega. La muralla y diversas puertas, hoy ya desaparecidas, como la del Bordel, la de Fondo da Vila, la del Sol, la de Ponte de Santiago, la de la Barca organizaban estas calles y plazas. No hay que olvidar la acogedora alameda de viejos árboles, denominada el Paseo del Espolón, construida sobre el lecho del río Sar, en donde todos los domingos, se celebra el típico y concurrido mercado popular para adquirir sus abundantes y variados productos de la tierra, entre ellos los famosos pimientos.



Precisamente, muy cerca, en Herbón, tiene lugar, durante el primer fin de semana de agosto, la fiesta gastronómica, declarada de Interés Turístico, que exalta esos famosísimos pimientos locales. Además, allí, se encuentra el Convento franciscano de San Antonio, un conjunto de  sobrios edificios, protegido por una muralla cerca del río Ulla y dentro de una masa forestal de huertas frutales y árboles centenarios, con un claustro del siglo XVI y una iglesia del XVIII. La Historia relata que fueron los monjes franciscanos los que trajeron los famosos pimientos de América. Cerca de este templo conventual se sitúa la iglesia románica de Santa María de Herbón, del siglo XII, que conserva ábside, canzorros y puerta de ese estilo arquitectónico.





Volviendo al Espolón, contemplamos la iglesia de Santiago, de austero neoclasicismo, con un origen románico del siglo XII, y levantada por  Xelmírez. Del antiguo edificio religioso ya no queda apenas nada. Pero, actualmente, guarda bajo su altar mayor el Pedrón o columna de granito, que le da nombre a la villa. Se trata del ara votiva romana dedicada al dios Neptuno y que, según la leyenda, es el pedrón de ouro al que fue amarrada la barca de piedra que transportó el cuerpo del Apóstol Santiago a Galicia. 
Conserva, también, un púlpito de estilo gótico con una imagen de Santiago Peregrino. Un hermoso puente de piedra del siglo XIX, junto al Espolón, une las dos orillas del Sar que tan bien han inspirado a Rosalía. Si lo cruzamos, llegamos a la fuente del Carmen en donde se representa el bautismo de la reina Lupa, escena que se interpreta como la evangelización de estas tierras por el Apóstol. 

Tras este manantial, se levanta el elegante convento del Carmen, uno de los edificios de estilo Neoclásico más notables del siglo XVIII y que custodia magníficas esculturas. Su situación privilegiada, sobre un promontorio, en la ladera del monte San Gregorio, lo convierte en una magnífica atalaya para contemplar, desde su balaustrada, la villa de Padrón y gran parte de sus alrededores. En las inmediaciones, nos espera el típico lugar de Santiaguiño do Monte, el punto más elevado de esta comarca, lleno de referencias jacobeas, con capilla y altar dedicados a Santiago, sobre rocas de formas caprichosas en donde, según cuenta la leyenda, predicó el Apóstol por primera vez en esta tierra. Coincidiendo con el 25 de julio –día del Apóstol Santiago-, se celebra la romería de Santiaguiño do Monte en este venerado lugar. A ella alude, con estos versos, Fermín Bouza Brey:
                                               “O Santiaguiño do Monte
                                               non vin festa como ela:
                                               o que vai volve contento
                                               e o que non vai rabea”.


De vuelta al centro urbano de Padrón, no debemos olvidar la visita al Jardín Botánico, declarado Monumento del Patrimonio Artístico. Se trata de un acogedor vergel del siglo XIX, de diseño francés, el más grande de Galicia -dentro de sus características-, con una extraordinaria riqueza florística que conserva unas trescientas especies de exóticas plantas. La estatua de Macías O Namorado -poeta del siglo XIV- y sus versos imperecederos pasan casi desapercibidos entre el carballo, el loureiro, la fotinia serrulada de China, el ave del paraíso de Sudáfrica, el espino albar, especies procedentes del Himalaya, el palqui de Chile, el aliso italiano…. A Macías, oriundo de esta villa, con una vida turbia y una muerte más turbia aún, se le ha vinculado con el amor que conduce a la muerte, a la desesperación última provocada por amores imposibles y que manifestó ese sufrimiento amoroso en estrofas como ésta:
“Cativo de miña tristura
xa todos prenden espanto
e preguntan que ventura
foi que me tormenta tanto”.


Dejando el casco histórico padronés, el visitante puede dirigir sus pasos hacia el magnífico pazo de Lestrove -hoy transformado en casa de turismo rural-, enclavado en la pequeña vega del mismo nombre, y que acogió a arzobispos compostelanos. Rosalía inmortalizó este acogedor lugar en uno de sus poemas de Cantares Gallegos:
“Como chove miudiño,
como miudiño chove;
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
    pola banda de Lestrove”.



Y si nos encaminamos hacia la parroquia de Iria Flavia, podemos contemplar el pazo de Arretén o Casa Grande del siglo XVII que perteneció a los antepasados maternos de Rosalía. En él, ella y su esposo, Manuel Murguía, pasaron largas temporadas. La escritora lo evoca en su obra Follas Novas con estos versos:
“Ó pé do monte, maxestuoso, erguíase
na aldea escura o caserón querido,
ca oliva centenaria
de cortinax ó ventanal servindo”.

Este impresionante pazo en donde la poetisa escribió parte de su trabajo literario, está recorrido por una espléndida arcada en uno de sus laterales que sostiene la terraza con balaustrada de piedra. Una elegante escalera termina por completar este suntuoso conjunto arquitectónico rural.


Todavía queda mucho más que contar sobre esta villa coruñesa, especialmente recuerdos literarios que serán el tema de la segunda parte de este trabajo sobre Padrón.