Antigua, pequeña, histórica y
hermosa ciudad. Quien ya la conozca y la sienta puede disfrutar con la
evocación de sus momentos, con la armonía de sus espacios y con las realidades
estéticas y tradicionales. Quien la desconozca puede experimentar ahora el placer
de adentrarse y descubrir una de las más bellas y especiales ciudades de
Galicia.
“A Cidade
dos Cabaleiros”, donde el pasado es riqueza
histórica.
“Esta vieja y venerable urbe –la Brigantium del Itinerario de Antonino- es, en
múltiples aspectos, el centro principal o cabeza de las Mariñas llamadas “dos
Condes”, comarca ubérrima y extraordinariamente pintoresca, fertilizada por
poéticos ríos –entre los que sobresale el Mandeo, famoso por sus jiras a los
paradisíacos Caneiros- y enjoyada con una gran riqueza histórica, etnográfica y
monumental, legítimo orgullo de naturales y admiración de extraños”
(Francisco Vales Villamarín, “Bosquejo
histórico de Betanzos de los Caballeros”).
He perdido la cuenta de las veces
que visité esta villa monumental, capital
indiscutible de la comarca de las Mariñas, apiñada sobre una colina al fondo de
la ría que toma su nombre y abrazada por los ríos Mendo y Mandeo. Han sido
innumerables las ocasiones en las que deambulé por su núcleo urbano de angostas
calles adoquinadas y entrecruzadas callejuelas empinadas de resonancias
gremiales, en las que contemplé sus plazas llenas de belleza, en las que admiré su notable arquitectura, en
las que me empapé de infinidad de emociones en cada uno de sus rincones, o en
las que me sumergí en el contexto de sus arraigadas fiestas marcadamente
religiosas y populares. Todos estos elementos, físicos e intangibles de su
pasado y de su presente, son motivos más que suficientes para conocer y
disfrutar la vieja ciudad de Betanzos.
Mis añorados recorridos por
diversas poblaciones y urbes gallegas -y de otras comunidades españolas- me han enseñado que cada ciudad, cada pueblo
o cada aldea es el producto de unas circunstancias propias que le otorgan una
personalidad diferente a la de otras poblaciones. Betanzos es, evidentemente,
una de esas villas con un componente cultural e histórico, y con un gusto
marcadamente costumbrista, que la hace ser distinta.
Para algunos historiadores, en
esta pequeña villa se había establecido la antigua Brigantium, citada en el
Itinerario romano de Antonino. Según la historia fundacional, el núcleo
primitivo de Betanzos surgió en el extremo del Puente Viejo, situado
extramuros, concretamente en la parroquia de San Martiño de Tiobre, también
conocido con el nombre de “Betanzos Vello”. Es aquí, al otro lado del río
Mandeo, donde se ubica el vetusto puerto de la ciudad, y un importante punto de
comunicaciones. Por ahí pasa el camino inglés que, procedente de Ferrol, se
dirige hacia Santiago.
Nacida como burgo a comienzos del
siglo XIII, por motivos estratégicos, el rey Alfonso IX le otorgará el
emplazamiento actual, en lo alto de la colina, sobre el castro de Unctia,
produciéndose el consiguiente traslado de la población desde “Betanzos o
Vello”, hasta el nuevo asentamiento. A partir de aquí, se fue extendiendo el
caserío y desarrollando la villa, gracias al impulso del comercio de la madera,
de los cereales, del vino y de la sal y a la gran importancia de su puerto
durante los tiempos medievales, lo que provocó varios conflictos con su vecino
coruñés.
La historia de Betanzos estuvo
marcada por el destacado linaje de los Andrade, tanto en acontecimientos
favorables como en momentos violentos. El rey Enrique IV le otorgó la categoría
de ciudad como reconocimiento por la lealtad demostrada ante los conflictos
ocasionados por la nobleza durante el siglo XIV. Más tarde, entre los siglos XV
y XVI, la villa logró su mayor esplendor, hasta el punto de que las más
destacadas familias gallegas se establecieron en ella. De ahí procede su
denominación como “Cidade dos Cabaleiros”.
A raíz de la división provincial
ordenada por los Reyes Católicos, Betanzos fue nombrada, en el XVI, capital de
la provincia de una de las siete del Antiguo Reino de Galicia. Mantuvo esa
capitalidad hasta que se realizó la nueva división provincial actual en el
siglo XIX.
Estuvo defendida por una muralla,
construida durante la época de los Reyes Católicos, pero de la que se ha
conservado muy poco. Llegó a tener cuatro puertas y un postigo que, aún durante el siglo XIX,
seguían cerrándose. De esas cuatro puertas, han llegado tres hasta nuestros
días: la Puerta Vieja, la Nueva y la del Cristo que se abre hacia el antiguo
barrio de marineros y pescadores. Es reseñable que hasta la década de los años
60 del siglo XIX, se hayan mantenido fielatos o alcabalas, cuya función, junto
a las puertas de las murallas, o en los puentes, era la de cobrar la
contribución por el paso de las mercancías al interior de la ciudad.
Con el transcurrir de los siglos,
la villa ensanchará estas puertas, sobrepasando la muralla que la ciñe, y se
irá extendiendo en espacios, parroquias, en núcleos urbanos y rurales, en
barrios -intramuros unos y extramuros otros-, como el de las Cascas, el de San
Francisco, el de la
Magdalena , el popular y viejo barrio de pescadores y
marineros de la Ribera ,
cerca del puerto que, al perderse la navegabilidad de la ría, por los aportes
fluviales del Mendo y el Mandeo, ha perdido, también, poco a poco, ese carácter
que lo definía. En dirección sur, entre fértiles huertas y viñedos, se sitúan
los barrios de agricultores de la
Cruz Verde , el de la Fuente de Unta o la Cañota. Y es que
Betanzos nunca ha perdido el carácter de villa labriega, productora de
magníficos frutos hortícolas y de su popular vino que se cultiva desde la época
de los romanos. Ha sabido aprovechar las especiales condiciones microclimáticas
para elaborar un vino que se puede degustar en sus variadas bodegas y
ancestrales tascas que siguen colocando, muchas de ellas, el tradicional ramo de
laurel en la puerta, indicador de que ahí se vende la afrutada bebida artesanal
de cosecha propia.
Pero el centro social de Betanzos
lo preside el amplio espacio del “Campo de la Feria ”, fuera de la antigua muralla, un punto
adecuado para comenzar el recorrido por esta cautivadora ciudad. Es el lugar
donde se celebraba ese tradicional evento de carácter ganadero y agrícola. La Puerta de la Villa , ya desaparecida, era
el elemento que comunicaba este centro mercantil con la ciudad.
A partir de la Edad Moderna , el
denominado Campo de la Feria
se fue convirtiendo en un ámbito más noble en donde se construyeron bellas
viviendas con soportales y galerías para las clases sociales acomodadas, así
como destacados edificios públicos. Y es que al pasear por Betanzos, no sólo
nos sumergimos en remotas épocas medievales, sino que también nos trasladamos a
otros tiempos más cercanos, con construcciones que van desde el estilo
renacentista hasta el modernismo.
Así, en la misma plaza, junto a
la desaparecida capilla de San Roque, se levanta el convento de Santo Domingo –uno
de los edificios más emblemáticos de Betanzos-, cuya iglesia guarda la imagen
de aquel santo. De estilo Renacentista-Barroco, esta iglesia y convento, además
de albergar la Biblioteca Municipal ,
se ha convertido en el Museo de las Mariñas, un centro multidisciplinar que
nació con el objetivo de dar a conocer la historia, el arte y la antropología
de la cultura brigantina y de su comarca, y que alberga piezas arqueológicas,
una colección pictórica, además de secciones sobre historia, antropología,
etnografía, junto con una exposición dedicada al traje regional gallego.
También en esta plaza se sitúan
el Colegio
de Huérfanas y el Hospital de San Antonio de Padua, construido este
último para atender a peregrinos y enfermos de la villa y que hoy acoge la sede
del Juzgado.
Pero el edificio más relevante de
esta emblemática plaza es el Archivo del Reino de Galicia. Fue mandado
edificar por Carlos III, en el siglo XVIII, para albergar toda la documentación
del Reino. Se trata de un majestuoso y amplio edificio neoclásico, de cantería,
con planta rectangular, de dos alturas, siete naves abovedadas y con una
escalera exterior ante su puerta de entrada. También es conocido con el nombre
de “Edificio Liceo”, por haber sido sede de esa sociedad. Su presencia dotará
de mayor grandiosidad, si cabe, a todo este entorno.
A pesar de que estas solemnes construcciones
fueron destinadas a asumir funciones concretas, la mayoría de ellas han estado
marcadas por una profunda desorganización y un caos, especialmente el Edificio
del Archivo. Desde su conclusión, esta majestuosa obra arquitectónica ha sido
objeto de una discutida polémica; pues una Real Cédula ordenaba que el archivo
continuase en A Coruña. Despojado del fin para el que fue levantado, se decidió
que semejante construcción tenía que ser aprovechada para cubrir otro tipo de
necesidades.
El historiador Martínez Santiso dejó
expresado el devenir de esta arquitectura con las siguientes palabras: “Acaso este edificio sea el único fabricado
en España expresamente para archivo; pero por una de tantas aberraciones y
anomalías que en nuestra patria suceden, sirvió para todo menos para el objeto
a que fue destinado; sirvió de cárcel, cuartel, de almacén, de caballerizas, de
oficina, de escuela de primeras letras, de lugar de recreo, de habitaciones
particulares, de hospital provisional, de granero y de alhóndiga, de local de
espectáculos y hasta en él hubo instaladas tabernas; más nunca llegó ni aún a
intentarse la traslación del archivo a tal edificio.”
Esta diversidad funcional, ha
hecho que el Edificio del Archivo, durante sus más de 200 años de vida, haya
pasado por diferentes fases y formas culturales de ser entendido y utilizado.
Actualmente, esta espléndida construcción se usa para el desarrollo de diversas
actividades, albergando salas de exposiciones y un auditorio, además de acoger
algunas de las dependencias municipales. Pero lo que sí está claro es que su
función originaria ha pervivido en su nombre, pues se le sigue llamando el
Edificio Archivo.
Con todas estas simbólicas obras
arquitectónicas, la plaza se transforma en un ámbito trascendental de encuentro
social, artesanal, religioso, comercial, administrativo y sanitario de la
villa.
A partir de mediados del XIX, se
plantean proyectos estéticos, de pavimentación y de ordenación. Entre ellos,
destaca la fuente de Diana cazadora del siglo XIX -de estilo versallesco y que
es una copia de la Diana
del Louvre-; la construcción del palco de la música, en donde los fines de
semana, la orquesta interpretaba sus melodías, deleitando con sus notas a las
parejas de bailarines y a los paseantes; o la colocación de la estatua de los hermanos
Naveira, los indianos benefactores de esta villa que le ha dado otra
denominación más a la plaza: “la
Plaza de los Hermanos García Naveira”.
Con éstas y otras
transformaciones, la también llamada Plaza del Campo sigue siendo, hoy en día,
el centro neurálgico de Betanzos, un espacio bullicioso de convivencia social,
festiva y cultural. De ella parten, también, los típicos callejones de la villa
en los que, a lo largo de los años, se han establecido sus populares mesones
con solera. Los soportales, en donde antiguamente se establecieron diversos
artesanos, sirven, hoy en día para acoger las concurridas terrazas de
hostelería desde las que podemos observar este magnífico espacio abierto,
rebosante de vitalidad, lugar de encuentro e importante centro comercial.
La primera parada es la antigua
Plaza del Castro que, después de varios cambios en su denominación, a lo largo
de estos últimos años, ha terminado por llamarse Plaza de la Constitución. Situada
en lo alto de la colina, en ella se erigen construcciones nobiliarias como los pazos de Lanzós, el de Bendaña, de estilo gótico; el
edificio de estilo modernista de los Núñez, en donde se estableció la primera
banca y casa comercial de la ciudad, hoy convertida en el Centro Internacional de la Estampa Contemporánea
-centro artístico que goza de prestigio internacional-; la Iglesia de Santiago que, aunque su primitiva construcción
es del siglo XI, la mayor parte de este templo pertenece a los siglos XV y XVI.
A pesar de que a comienzos del XX, su fachada mayor fue sometida a una
reconstrucción en la que se elevaron las dos torres que hoy contemplamos, esta
obra ha sabido conservar sus rasgos góticos, un bello pórtico con arquivoltas,
dedicado al apóstol, y el retablo renacentista de Cornelis de Holanda en la Capilla del Arcediano,
además de sepulcros medievales y de la torre municipal del reloj que se
anexionó en el siglo XVI.
También aquí se sitúa el edificio neoclásico dieciochesco del Ayuntamiento,
realizado en cantería.
Pazo de Bendaña
Pazo de Lanzós
Centro Internacional de la Estampa
Interior del Centro Internacional de la Estampa
Desde esta plaza se organiza gran
parte del conjunto espacial urbano por medio de un entramado de calles
estrechas que descienden hacia el resto de la vieja ciudad; todo un apacible
remanso arquitectónico de solitarias callejuelas flanquedas, la mayoría, por
pintorescas casas con sus galerías y coloridos balcones de madera o con algún
que otro pazo, como el neoclásico de Taboada.
El Campo de la Feria y el casco viejo de la
villa betanceira, conectados ambos por calles comerciales, forman dos espacios
de contraste dentro de este conjunto urbano irrepetible.
Aunque a Betanzos le ha tocado
sufrir alguna importante pérdida en sus monumentos, por suerte, ha podido y ha
sabido conservar espléndidas obras de arte religioso como el Santuario barroco
de las Angustias, el de Nosa Señora do Camiño, o la iglesia de las Agustinas
Recolectas.
Iglesia de las Agustinas Recolectas
Pero dentro de este importante patrimonio cultural, considero como el
rincón con más encanto de la villa la plaza de Fernán Pérez de Andrade, “o Bo”,
formada por dos joyas arquitectónicas que comparten protagonismo, como son la Iglesia de San Francisco,
de una espectacular belleza –pienso que se trata de uno de los templos más
interesantes e importantes de Galicia- y la de Santa María do Azougue. Los dos
edificios, declarados BIC (Bien de Interés Cultural), son de obligada visita
para cualquier viajero, curioso o visitante que se dirija hasta Betanzos.
En
esta plaza se conjuga a la perfección el
arte religioso de ambas obras medievales con la arquitectura popular de las
viviendas de coloridos balcones de madera que se asoman a ella y en los que es
fácil contemplar unas amarillas mazorcas de maíz puestas a secar o la ropa
blanca tendida al sol.
La iglesia
conventual de San Francisco, del siglo XIV -aunque el monasterio fue
fundado en el siglo XIII y llegó a acoger un centro de estudios humanísticos y
teológicos-, ha sido reconocida como la mejor muestra gallega de gótico
mendicante franciscano. De hecho, es Monumento Nacional.
Erigido por Fernán
Pérez de Andrade, este luminoso templo
albergaría sus restos y los de algunos miembros de su linaje. En la actualidad,
el célebre sepulcro de Fernán Pérez lo podemos admirar a los pies de la
iglesia. Se trata de uno de los monumentos funerarios exentos, de estilo
gótico, que más fascinación me ha producido siempre. Francisco Vales
Villamarín, el gran intelectual e historiador de Betanzos y de su comarca, se
refiere a él con las siguientes palabras: “El
sepulcro del primer señor de los estados de Andrade pertenece al último cuarto
del siglo XIV y es, en opinión del eminente arqueólogo y académico Don José
María Luengo(…), uno de los monumentos funerarios más bellos que produjo el
arte gótico en España. (…). La creación es verdaderamente original, y de ella
se han ocupado con encendido elogio, en diversas publicaciones, nacionales y
extranjeras, muchos de los que tuvieron ocasión de conocerla”.
Esta magnífica obra se levanta
sobre las figuras de un oso y un jabalí, los dos animales simbólicos del linaje
de los Andrade. Sus relieves hacen alusión a la afición que por la cacería
tenía Fernán Pérez, cuya estatua yacente representa al caballero vestido con la
armadura. Pero no sólo el sepulcro merece una visita a este templo de nave
única y con espléndidos ventanales apuntados. Los tímpanos de sus puertas, el
arco triunfal central y sus capillas son elementos que también justifican su
atención.
La otra iglesia parroquial, la de Santa Mª do Azougue, originalmente románica,
responde, igualmente, al estilo gótico de entre los siglos XIV y XV. Debe su
nombre al mercado o zoco que tenía lugar en su atrio. Conserva, en su interior,
los restos de un retablo hispano-flamenco que representa los misterios de la
vida de Cristo y de la
Virgen. En su exterior, además del hermoso rosetón y de un
sencillo campanario en un lateral, destacan sus portadas en las que se
representan los temas de la
Anunciación y la Adoración.
Hasta aquí este primer recorrido
por la histórica y pequeña ciudad de Betanzos. Pero Betanzos tiene más
arquitecturas para visitar, más itinerarios para disfrutar y más cultura por
conocer. Pero eso será en la siguiente entrega….
Me alegra mucho que hagas este magnífico recorrido por mi ciudad natal, y también que recuerdes su bonito nombre de BETANZOS DE LOS CABALLEROS.
ResponderEliminarEs una lástima que su Globo único y maravilloso no sea más publicitado en toda Galicia y en toda España, por su complejidad, belleza y antiguedad.
Del mismo modo, el Ayuntamiento o quien corresponda, deberían encabezar una moción para que la ciudad recobre ese nombre compuesto - De los Caballeros - que la distingue desde tiempos inmemoriales, como parte de sus historia!
Enhorabuena por tu idea y muchos saludos,
Teresa
Muchas gracias por tus palabras y por dedicar parte de tu tiempo a leer mis trabajos. Estoy totalmente de acuerdo contigo en la recuperación de su nombre original que le otorga, si cabe, más distinción, prestancia y carisma del que ya, de por sí tiene esta magnífica población, y que esconde, además, gran parte de su esencia histórica,cultural y artística.
ResponderEliminarAgradezco, de nuevo, tu interés por leer mi blog que, desde hace un tiempo, lo tengo muy abandonado. En cuanto pueda, intentaré actualizarlo otra vez, añadiendo nuevos trabajos.
un saludo desde Valdoviño