El centro antiguo y artístico de
la histórica villa de Pontedeume se derrama por la ladera del mítico monte
Breamo hasta desplegarse a orillas de la ría y encontrarse con el magnífico
puente. Su característica ordenación urbanística de estrechas y rectilíneas
calles que guardan intacta casi toda la reminiscencia medieval, sus edificios
con corredores y balcones pintados, que conviven armoniosamente con abrigosos
soportales y galerías, forman un conjunto arquitectónico junto a la
desembocadura del río Eume que, después de recorrer uno de los bosques más
bellos que posee Galicia, y como si de un rito funerario se tratase, vierte sus
aguas en la bella ría de Ares.
“¿Quen pensa aquí nese arco
Onde o río se fai mar
E vai morrer xunto os barcos
Na hora de baixamar?”
(“Polas ribeiras do Eume”, Ramiro Fonte)
Ponte de Ume.
Costa y playas; arquitectura,
naturaleza de interior y fragas son elementos relevantes que conforman la
comarca del Eume. Entre sus cinco municipios, la legendaria villa de “Ponte de Ume”, enclavada en el fondo de la ría de Ares, en el golfo
Ártabro, y lugar de paso del camino inglés hacia la ciudad compostelana,
representa un paisaje de acuarela. Sus magníficos atractivos turísticos,
históricos y artísticos son todo un reclamo para acercarse hasta este escenario
medieval en el que se impuso el poderío del linaje de los Andrade, más tarde
absorbido por la casa de Lemos.
Aunque desde muy antiguo existen
noticias y hallazgos que dan fe de la historia remota de este pueblo costero en
las Rías Altas gallegas -así lo atestigua la existencia de restos de origen
celta o bien las manifestaciones de la huella romana en la denominada villa de
Centroña-, serán sus importantes vestigios medievales los que nos señalen la
importancia del devenir de esta población que
fue fundada por el rey Alfonso X el Sabio.
Uno de esos elementos que marcan
el desarrollo de este municipio es su emblemático puente que mantiene la
esencia y los restos de aquella primitiva obra admirable de ingeniería civil
del siglo XIV; aunque es probable que la historia de esta construcción se
remonte a épocas anteriores. El nombre de esta pequeña villa monumental
procede, precisamente, de ese puente sobre el estuario del río Eume, elemento
esencial del paisaje que nos ofrece esta localidad, posiblemente una de las más
hermosas de Galicia. El primer nombre que recibió este río fue el de Ume, derivando la denominación de la
población en Ponte de Ume para
convertirse, posteriormente, en Pontedeume.
Y es que Ponte de Ume puede presumir de haber tenido un puente de piedra
mandado construir por Fernán Pérez de Andrade, calificado como “O Bo”, primer señor de la villa. En su
momento, medía 600 metros
de longitud y tenía 79 arcos que se levantaron para sustituir a otro viejo
puente de madera. Entre los arcos veinte
y veintiuno, llegó a disponer de una capilla y un hospital que, durante casi
500 años, atendió a los peregrinos procedentes de la cercana población de Neda
que, por el camino inglés, se dirigían hacia Santiago, para venerar y postrarse
ante el apóstol. En el siglo XIX, esta importante obra de ingeniería fue
derruida y se construyó otro puente nuevo.
No debemos olvidar que las
leyendas, como parte de la riqueza literaria y popular, surten nuestro arte y
nuestra historia de sucesos maravillosos. Y el puente sobre la desembocadura
del Eume no podía ser menos. Cuenta, pues, la leyenda que esta magnífica
construcción fue levantada por el mismo demonio en una noche. Ledán, un mozo de
clase social inferior, y Minla, hija de los condes de Andrade, se habían
enamorado. Pero una noche de temporal, Ledán murió ahogado al cruzar la ría
para encontrarse con Minla. Ésta no pudo hacer nada por salvarlo. Se le
apareció el demonio prometiéndole que, a cambio de su alma, levantaría un
puente. Ante esta propuesta, Minla accedió, aunque poniendo como única
condición que el puente tenía que estar terminado antes de la llegada del nuevo
día para poder ver, por última vez, el
cuerpo de Ledán. Cuando faltaba el último arco por levantar, Minla consiguió
cruzar la ría hasta la otra orilla y salvar su alma, a pesar de sentirse muy
afligida por el amor perdido.
A lo largo de varios siglos, sólo
se podía atravesar el Eume por este puente –que actualmente está formado por 15
arcos-, hasta que fue levantado otro más -el del ferrocarril- y la actual
autopista terminada de construir hace muy pocos años. Llegado a este punto, no
puedo dejar de invocar, de nuevo, unas breves estrofas del poema “Amigos”, del desparecido Ramiro Fonte,
gran poeta del alma, oriundo de este
precioso pueblo coruñés, y en las que evoca, precisamente, su puente:
“Viñestes de mar a mar
Desde o noso Pontedeume
Só para me visitar;
E por chorar a min deume.
Os quince ollos da ponte
Contemplan desde o futuro
As novas datas de onte,
O meu presente inseguro”.
Aunque parte del casco viejo haya
sufrido importantes incendios a lo largo de su historia, las llamas no han
podido con la esencia medieval que pervive en cada rincón y que nos permite
revivir su pasado mientras recorremos sus calles rectilíneas y callejuelas
peatonales por las que resuenan los inconfundibles versos de Ramiro Fonte.
Durante este itinerario por las rúas que ascienden, lentamente, hasta la
iglesia de Santiago, tampoco se debería dejar escapar la oportunidad de
contemplar edificios que, todavía, conservan sus escudos blasonados como
manifestación de la anterior existencia de estirpes y sagas familiares que
plasmaron sus bien patentes huellas en la historia de Pontedeume.
También sus plazas, como la del
Conde, la de San Roque, la Real
y la del Pan nos sumergen en viejos tiempos. En esta última, la del Pan, se
puede admirar la curiosa escultura, en bronce, de una panadera que se erige, en
una moderada belleza, como diosa de este alimento.
En los momentos en los que he callejeado por la villa, he tenido la oportunidad de contemplar edificios tales como el consistorial, del siglo XVII, en la llamada Plaza Real, una construcción civil que, a pesar de haber sufrido transformaciones, conserva su torre con el reloj y las campanas; o
Y ya en el mismo puerto, bañado
por las últimas y tranquilas aguas del río Eume, en el que fondean pequeñas
embarcaciones, se establecieron las antiguas lonjas, edificadas en la época del
Arzobispo Raxoi para la salazón de la sardina y de otros pescados. Son
construcciones de escaso valor artístico, pero de gran significado etnográfico,
conocidas, también, como “Almacéns Vellos”. Han sido rehabilitadas para
convertirse en sede de asociaciones marineras.
Junto al atrio de la iglesia de
Santiago, se conservan los restos de la antigua muralla que, en sus orígenes,
tenía nueve torres y cinco puertas. Pero el crecimiento de la villa obligó a
que esa muralla, levantada también en tiempos de Fernán de Andrade, fuese
demolida. Hoy sólo queda un grueso lienzo. En ese punto, además, se inicia el
camino que lleva hasta lo más alto del monte Breamo, evocador de leyendas
artábricas, lugar en el que se erige la ermita de San Miguel de Breamo, de
origen románico y de una sencilla belleza y en donde se disfruta de unas
privilegiadas vistas de las rías de Ferrol, Ares y Betanzos. Lo ideal es
realizar la subida, hasta este pequeño templo, a pie.
Está claro que Pontedeume puede
presumir de ser una población en la que apenas se ha dejado sentir el mal de la
especulación urbanística que, con sus ladrillos y cemento, ha invadido
magníficos espacios de otros municipios gallegos. La villa ha conservado y
creado ámbitos destinados a la contemplación, a la meditación, al descanso o a
la práctica del ejercicio físico como sus jardines, la alameda de Raxoi o su
paseo marítimo desde donde admirar no sólo un bello paisaje marino, sino
también una preciosa estampa de embarcaciones y de mariscadores realizando las
arduas tareas de su profesión en estas aguas atlánticas.
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