martes, 13 de marzo de 2012

Castillos medievales de Galicia, fortalezas de contiendas y piedra (III)

Por tierras de los condes de Altamira.
Continúo esta densa ruta por los castillos medievales de Galicia, con la tercera entrega en la que me adentro por las tierras de los condes de Altamira.

Así pues, abandono Pontedeume, la legendaria villa de los Andrade, y me dirijo a Vimianzo, dejando atrás, en el municipio de Culleredo, la torre de Celas, entre cuyos propietarios figuraron, también, los Andrade y que hoy en día alberga una exposición etnográfica; y los escasísimos restos de la torre de Mesía en el municipio coruñés del mismo nombre; para pasar, a continuación, a la comarca de Bergantiños en donde, concretamente, en el municipio de Malpica, puedo admirar las Torres de Mens que pertenecieron al linaje de los Moscoso, condes de Altamira, construidas con el objetivo de proteger estas tierras de la expansión de la mitra compostelana.
Esta fortaleza muestra orgullosa sus tres airosas torres cuadradas realizadas en cantería de granito. Desde ellas se divisan el mar y las mismas islas Sisargas. Hoy en día, esta magnífica construcción, empapada de historia, y cuyos actuales dueños realizaron un arduo trabajo de restauración que fue reconocido con el premio Europa Nostra a la Protección del Patrimonio Arquitectónico y Natural en 1993, es de propiedad privada y no visitable.

Desde Malpica, sigo la estela de los Moscoso hasta llegar a Vimianzo. A la misma entrada del pueblo, se erige majestuoso su castillo, una vigorosa fortaleza, cuyas partes más antiguas datan del siglo XIII, y que fue testigo de las más destacadas desavenencias nobiliarias de la Edad Media. Convertido en el bastión más importante de los condes de Altamira y uno de los mejor conservados de Galicia, lo conforman cuatro torres de planta rectangular -de las que sólo la del homenaje conserva las antiguas almenas-, una muralla rodeada por un gran foso, además del patio de armas y otras dependencias. La mitra compostelana y los condes de Altamira tuvieron que luchar, en más de una ocasión, por su posesión.
En los últimos años del XIX, el castillo fue restaurado por Evaristo Martelo, marqués de Almeiras.
En el año 1936, el alcalde frentepopulista de Vimianzo encabezaría una manifestación que tomó pacíficamente la fortificación, colocando sobre sus torres las banderas socialista, republicana, comunista y de la UGT. Pocos meses después, un tribunal militar condenó a muerte al secretario del Ayuntamiento y a cadena perpetua a varios de los participantes de aquella ocupación. El alcalde, también castigado a la pena capital, estuvo oculto durante catorce años por los montes de Terra de Soneira. Posteriormente, el castillo pasaría a manos de la iglesia que lo vendió a la Diputación de A Coruña, dedicándolo a actividades culturales y como Museo etnográfico, después de efectuar labores de rehabiliación.
Hoy en día, cualquier visitante que se acerque a él, podrá recorrer las exposiciones de artesanía que se presentan en su interior, contemplar trajes tradicionales de diferentes comarcas gallegas o asistir a las demostraciones que realizan las palilleiras de la asociación As Remanquiñas, y las labores del lino con un telar en activo. Una acertada iniciativa.

Continuo mi ruta y después de admirar las Torres de Cereixo, también en el municipio de Vimianzo, cerca de la ría de Camariñas, o lo que queda de las Torres de Altamira, en el municipio de Brión, bastión defensivo que se convirtió en uno de los centros con más poder del feudalismo gallego, me dirijo hacia el entorno de la ría de Arousa, concretamente a A Pobra do Caramiñal para contemplar las Torres de Xunqueira, con una evolución arquitectónica e histórica, desde el siglo XIII, hasta nuestros días que las han convertido en uno de los pazos más emblemáticos de las Rías Baixas, transformadas, actualmente, en un negocio de hostelería.

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