domingo, 4 de marzo de 2012

Castillos medievales de Galicia, fortalezas de contiendas y piedra (I)

La atracción que sobre mí ejerce la arquitectura me ha animado a elaborar, hace tiempo, un extenso reportaje sobre los castillos medievales de Galicia, construcciones que, además, me hechizan irresistiblemente.

Inicio, pues, en este blog, un recorrido por esas fascinantes y auténticas fortalezas del Medievo gallego. Poco a poco iré publicando tramos de un itinerario sumamente interesante para mí, un paseo por estas magníficas atalayas pétreas gallegas, y que forman parte del mencionado reportaje.
Inauguro hoy este deslumbrante viaje con la primera entrega: los castillos de Moeche y de Naraío.

LA ÉPOCA

Nos sumergimos en una época plagada de traiciones, de luchas, de muertes, de poderes, de intrigas. La exposición que comienzo no sólo es la historia de unos castillos señoriales sino que es también la memoria del acontecer diario de sus poderosos habitantes y de sus vasallos.

Empiezo, pues, este apasionante viaje por el devenir de nuestras más admirables fortalezas que se erigen estratégicamente, como aguerridas atalayas solitarias, dominando valles, cumbres, tierras llanas, o bien se levantan como una silueta ruinosa, pero perdurable, en parajes naturales inexpugnables de gran belleza.

Invito al lector viajero a que aprecie estas venerables y soberbias construcciones cuyas piedras conservan todo un valor y significado históricos además de un inmenso atractivo estético.

DE CASTILLO EN CASTILLO
En el momento de elegir las fortalezas medievales que, por el contexto social y político o por sus características constructivas, deberían quedar recogidas en este reportaje, he decidido profundizar más en aquellas fortificaciones que fueron testigos y protagonistas de importantes acontecimientos y que sólo por ello enriquecen su propia historia.
Así, pues, inicio este recorrido no sólo por los pocos castillos que se mantienen en pie, sino también por aquellos que conservan sus sobrios restos y que los convierten en fortalezas dignas de relevancia y significado, evocadoras de un pasado brillante pero cargado de injusticias, e intentando, asimismo, hacer breves referencias a las que casi han desparecido.
Muchas de ellas se encuentran en un estado de abandono originado por la destrucción que sufrieron en su momento por parte de los Irmandiños, por la política centralizadora de los Reyes Católicos o, simplemente, por la dejadez de sus actuales propietarios.

Quizá estas atalayas gallegas no sean tan majestuosas o imponentes como las de Castilla, perdiendo, incluso, muchas de ellas su aire castrense para transformarse en pazos; pero no por ello hay que restar importancia a nuestras fortalezas solitarias que han vertebrado un poder feudal y político opresivos y unos levantamientos sociales.

Por tierras de los Andrade.
Inicio este atractivo recorrido en el municipio coruñés de Moeche, lugar privilegiado que nos invita a gozar del sosiego y de la naturaleza. Entre verdes montes y a la cabeza del valle que forma el río Grande de Xuvia, se ubica su castillo que, junto con el de Naraío, en el cercano municipio de San Sadurniño, se encargaba de defender los dominios de los Andrade por estas tierras pertenecientes al señorío de Pontedeume. Fue, además, el de Moeche, el primer destino de Roi Xordo, durante la Revoluciòn Fusquenlla.

Es probable que ambos castillos hayan sido entregados por Enrique II a Fernán Pérez de Andrade, conocido como “O Bóo”, en reconocimiento a sus servicios en la disputa que sostuvo con su hermano Pedro I. Años más tarde, Nuno Freire de Andrade, “O Mao”, sobrino de Fernán Pérez, tuvo que enfrentarse a aquella primera Revolución Irmandiña, provocada por los abusos que cometía sobre sus vasallos.
Cuenta la leyenda que Nuno Freire logró huir por los pasadizos secretos de la fortaleza de Moeche. Ni su foso, ni el grosor de sus muros, ni sus almenas, ni su torre del homenaje fueron obstáculos para que esta sobria construcción de pizarra fuese destruida, años más tarde, durante la segunda guerra irmandiña.

En el mes de agosto de 1979 se celebró, en el interior de este recinto, el primer Festival Irmandiño con el que se pretendía no sólo recordar, de una manera festiva, aquel primer levantamiento, sino también denunciar la situación de abandono en la que se encontraba el castillo.
Desde esa fecha, esta fortaleza es el escenario en el que se conmemoran aquellas revueltas. Sus muros acogen, todos los años, los terceros sábados de agosto, un festival popular con actuaciones musicales y teatrales.

Hay quien considera que la donación, por parte de la Casa de Alba, de esta fortaleza y de otras propiedades gallegas, para actividades culturales, es la victoria de los “Irmandiños del siglo XXI”, gestada en los despachos.
Su reciente rehabilitación nos permite contemplar esta estructura medieval en todo su esplendor. En su interior alberga una exposición permanente sobre la Revuelta de los Irmandiños.
La hermosa torre de Naraío, vecina del castillo de Moeche, se ubica en un enclave que impresiona por la tranquilidad que se respira, sin un ruido que perturbe el sonoro rumor de las aguas del río que discurre a sus pies.
Perteneció, igualmente, a los Andrade, después de estar en manos del linaje de los Piñeiro.
Se caracteriza por ser un verdadero castillo roquero dominando un pequeño valle desde un áspero y escarpado peñasco, en donde se erige la torre del homenaje de planta cuadrada. Esta situación hizo innecesario el foso y el puente levadizo.

Un estrecho camino empinado nos lleva a ella. Se trata de una ruina sensual que insinúa las líneas de lo que fue, un peñasco transformado en arquitectura que encandila a orillas del río Naraío convertido en un pequeño y hermoso embalse. Todo un placer para nuestros sentidos.

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