sábado, 24 de marzo de 2012

Doa o la belleza de la lírica medieval

Pero Meogo, Martín Códax, Joán Zorro, Don Dinís, Pero da Ponte, Joan Airas, Fernando Esquío, Meendinho, Afonso Eanes do Cotón, Airas Núnez, Afonso X O Sabio, Sancho I,… Podría seguir enumerando otros nombres de trovadores míticos de la lírica medieval gallego-portuguesa pero, sencillamente, ahora mismo no recuerdo más, ni tampoco pretendo que esta reseña se quede en una simple relación de los cerca de 150 grandes compositores líricos del período trovadoresco galaico-portugués que abarca desde el año 1200, aproximadamente, en el que parece que está fechada la cantiga más antigua, hasta los alrededores del 1350 en el que empieza a decaer esta lírica y toma auge nuestra prosa medieval.

Todos ellos son los protagonistas de una rica cultura trovadoresca. A algunos de ellos y sus deliciosas cantigas los he rememorado hace unas cuantas semanas gracias a Doa, otro de mis últimos descubrimientos musicales.
Cuando me enteré por la prensa de que Doa había editado un nuevo trabajo discográfico, “A fronda dos cervos”, y que lo componen temas basados en las Cantigas de Afonso X O Sabio, así como cantigas de amigo, de amor, de escarnio y maldizer, escritas por mis adorados trovadores medievales, incluyendo, también, el “Sancti Iacobi” -una pieza musical del misteriosamente desaparecido Códice Calixtino-, me dirigí, rauda y veloz, a mi establecimiento habitual en el que compro este tipo de música con el objetivo de adquirirlo, y con la esperanza de que no me pusieran ningún inconveniente para pedirlo a la distribuidora, en caso de que no figurase dentro de las existencias de la tienda. Ya se sabe que con esto de Internet no son buenos tiempos para la lírica….

Yo, que me jacto de conocer los proyectos de unos cuantos grupos musicales y solistas gallegos y algunos de sus magníficos y nunca suficientemente valorados trabajos que han realizado y realizan con el laudable intento de no perder ni olvidar nuestras raíces musicales, se me quedó por el camino Doa. ¡¡Vaya despiste imperdonable!! Más que de un despiste, se trata de ignorancia pura. ¡¡¡¿Cómo fue posible, sino, que se me pasasen por alto los trabajos de este veterano grupo gallego, que se formó hace algo más de treinta años, y que es considerado como uno de los precursores del folk en Galicia, de la música celta y del resurgimiento de nuestra música medieval?!!!!

Después de escuchar los temas de su último disco, descubrí una banda que desprende sonidos fuertemente mágicos que me trasladaron a la época de los primeros trovadores que he mencionado al comienzo de este escrito y que, además, me traen recuerdos de mis clases de literatura -tanto del bachillerato como de mis últimos años universitarios- en las que había estudiado, leído y aprendido a interpretar algunas de las cantigas de aquellos magníficos compositores de la Edad Media. Fue precisamente durante dos épocas diferentes de mi vida cuando descubrí y redescubrí los melodiosos versos de una lírica que desprende belleza y armonía sólo por su simple sencillez compositiva y melodiosa.

Xaquín Blanco (flauta, gaita y oboe), Xoán Piñón (guitarra eléctrica, acústica y laúd, además de ser el autor de las evocadoras fotografías de “O Courel” que ilustran el librillo que acompaña al CD), Bernardo Martínez (percusión y teclados), Óscar Fernández (zanfona) y la agradable y dulce voz de Susana Lorenzo, poseedora de una gran técnica vocal, son los integrantes de esta veterana formación con cinco discos en el mercado.

Este mimado y soberbio trabajo discográfico es todo un tesoro musical, un proyecto temático, complementado por un hermoso texto introductorio de la poetisa gallega Eva Veiga y por una breve referencia a la lírica gallego-portuguesa con pequeños comentarios a cada uno de los temas que lo componen, realizados por el filólogo Federico Pérez, especialista en literatura medieval. En este disco, además de tres temas instrumentales, Doa experimenta adaptaciones y reinterpretaciones propias: combina las músicas de las Cantigas de Santa María de Afonso X O Sabio con las letras de nuestros trovadores gallego-portugueses.

El resultado ha sido todo un éxito. Los amantes de este género literario y musical podemos disfrutarlo escuchando temas variados que van desde las cantigas de amigo como la de “Verdes herbas”, con la evocación de los ciervos -animales con una fuerte simbología erótica-, hasta la considerada, por los mismos componentes del grupo, como la primera canción protesta, “Porque no mundo menguou a verdade”, pasando, incluso, por la juzgada como la primera canción feminista, “O Maroot” y, por supuesto, sin olvidar otras cantigas de amor y de amigo en las que la mujer ocupa un papel relevante, composiciones famosas de carácter amoroso que muchos aficionados a la buena literatura las tenemos memorizadas como la de “Levou-s’a fremosa” o la de “Sedia-m’eu na ermida de San Simon”, muchas de ellas evocadoras, además, de milenarios bosques, con sus prados, sus fuentes y sus fontanas, ambientes que propician el encuentro idílico.

Un título evocador para un disco de culto de un grupo también de culto que se aleja, por suerte, de las músicas basuras comerciales e industriales, de usar y tirar, que hoy en día resuenan por todos lados y que no duran ni un telediario. La música de Doa se preservará imperecedera y será recordada ajena a todo tipo de modas, costumbres y usos musicales, igual que siguen siendo rememoradas, después de más de nueve siglos, las bellas cantigas medievales que forman parte, indudablemente, de un importantísimo y enriquecedor patrimonio literario y cultural.

sábado, 17 de marzo de 2012

Cedeira, tierra de mar (III)

Magia y misterio en A Serra da Capelada.
En la última entrega sobre la villa marinera de Cedeira dejé indicado la obligatoriedad de visitar el simbólico santuario de San Andrés de Teixido del que, además, existe una reseña publicada en el blog sobre este centro de peregrinación.

Y es que está claro que Cedeira oculta algo más. Amparada, durante siglos, por recios precipicios costeros, Cedeira esconde leyenda.
Esta villa es el punto de partida para acercarse hasta el enclave mágico y emblemático de San Andrés de Teixido, a unos 12 kilómetros de distancia de la población cedeiresa, y que creo merece una reseña aparte. Desde el mismo centro de la villa, parte la estrecha y empinada carretera que lleva hasta este relevante y mítico punto de peregrinación recorriendo las estribaciones de la Serra da Capelada, un enclave de una belleza natural sorprendente y especial, con un destacado interés geológico, que se extiende desde la villa cedeiresa hasta Ortigueira y Cariño. La carretera serpentea entre terrenos costeros, rudos y escarpados en los que no pueden faltar los bosques autóctonos ni los verdes pastos; y si la niebla acompaña, durante el trayecto, el efecto mágico puede ser realmente sorprendente.
Ahí, bajo impresionantes molinos de energía éolica, pastan los caballos salvajes en libertad. Precisamente, enmarcado por ese escenario prodigioso y autèntico, se celebra, el primer domingo de julio, el “Curro da Capelada” o “Rapa das Bestas”. Un espectáculo de gran importancia etnográfica en la que se realizan actividades relacionadas con la cría del caballo garañón como el marcaje, la corta de las crines o la pelea.

Protegida y escondida por esos impresionantes y escarpados acantilados que permanecen incólumes contra el fuerte batir de un mar embravecido, ubicada en una ladera atlántica occidental de vivos colores verdes, y como si de una aparición se tratara, surge la pintoresca aldea de San Andrés de Teixido, uno de los lugares de peregrinación más concurridos y ancestrales dentro del imaginario gallego y cuyos habitantes no llegan a los 50 vecinos.
Aunque el 8 de septiembre sea el día en el que se celebra su sonada romería, a lo largo de todo el año no dejan de llegar peregrinos y feligreses que no sólo se acercan hasta aquí por motivaciones religiosas, sino también por interés turístico. Nunca olvideis que su santuario atrae a vivos y a muertos. Imagino que muy pocos gallegos ignoran el famoso dicho popular -me atrevería a decir que se trata casi de una sentencia- y que dice que “a Santo Andrés de Teixido vai de morto quen non foi de vivo”. Quien no cumpla con este precepto en vida, tendrá que hacerlo una vez muerto, reencarnado en cualquier especie animal. Así que, aconsejados por la sabiduría y la superstición populares, de prudentes será ir con frecuencia a este singular finisterre gallego.
Además de visitar la capilla y de rezarle al santo, de depositar algún exvoto en el interior de la iglesia –si es el caso-, todo buen peregrino deberá cumplir otros rituales obligatorios como el de conseguir la “herba de namorar”, adquirir los sanandreses, beber de los tres caños de la fuente del santo y echar migas de pan en sus aguas mientras se piden deseos; pero ¡ojo!, si las migas de pan se hunden, no es buen presagio…; también se mojan pañuelos en ella para aplicarlos después sobre verrugas y manchas de la piel con el fin de eliminarlas, dejándolos, a continuación, a “secar el mal” en los árboles.
Está claro que San Andrés de Teixido es un ejemplo representativo de devoción popular en plena naturaleza, de prácticas cíclicas en donde se mezcla lo religioso con tradiciones milenarias y ritos paganos.
Sobre uno de esos ritos, el de la fecundidad, circulaba la siguiente copla:
“Sonche milagros de San Andrés,
que van dous e veñen tres.”

Tampoco hay que olvidarse de adquirir, en los puestos de venta situados en el camino de bajada al templo, y entre otros souvenirs, los llamativos sanandreses, figuras artesanas de colores vivos, realizadas con miga de pan endurecido, y que representan a Cristo crucificado, al mismo San Andrés y los elementos relacionados con su leyenda: la barca, la sardina, el ancla...
Además, al viajero se le ofrecerá de regalo la preciada herba de namorar para conseguir pareja. Para ello, hay que introducir un ramito de esa famosa hierba en el interior de una prenda de la persona amada y, si es posible, susurrarle estos versos:
“A herba de namorare
A herba namoradeira,
A herba de namorare
Tráigocha na faltriqueira”.
Quien sufra mal de amores, ya sabe, pues, a dónde tiene que acudir y qué hacer…

El visitante que se acerque a esta pequeña aldea recóndita de la Serra da Capelada, de angostas calles de piedra, descubrirá que, integrada en el paisaje, predomina una tipología arquitectónica de cachotería encintada en blanco, tanto en las viviendas como en el mismo santuario de fábrica barroca muy sencilla. Se trata de un edificio de carácter rural y humilde nobleza, precedido de un atrio, lugar de reunión de vecinos y peregrinos, además de excelente mirador. En su interior se encuentran las pinturas murales que escenifican el martirio de San Andrés.

Está claro que este magnífico lugar, con destacadas referencias religiosas y mágicas, en donde tradición y naturaleza se compenetran, bien merece una visita. Y es que nadie, ni muerto ni vivo debería dejar de acudir a él, a este hermoso rincón escondido de Galicia, a este enclave intimista que, entre abruptos acantilados, montes ondulados y aguas bravas, apenas se ha transformado ni ha perdido nada de su hechizo.

Después de haber visitado el famoso santuario de San Andrés y, por supuesto, tras haber realizado los obligados rituales que todo buen peregrino debe cumplir en Teixido, continuaremos por la carretera que discurre por esta fascinante sierra y llegaremos a la garita de vigilancia costera denominada Vixía de Herbeira que separa los límites municipales de la villa marinera de Cariño de los de Cedeira. Se trata de una peculiar y sencilla edificación, un pequeño puesto de vigilancia, construido, en el siglo XVIII, para poder prevenir posibles ataques de flotas enemigas. Desde aquí, los giritanos -habitantes que poblaban ese entorno- controlaban este espacio marítimo, caracterizado por la inmensidad de la costa acantilada que lo circunda. Todo un espectáculo, especialmente si la mar está embravecida. Con sus más de 600 metros de caída vertical sobre el océano, constituye un imponente mirador sobre unos cantiles considerados como los más altos e impresionantes de la Europa Atlántica, después de los noruegos. Desde ahí, se aprecian los famosos Aguillóns, unos agudos peñascos que emergen de las aguas como si fuesen uñas de percebes. Al penetrar las montañas en el océano, se dibuja un paisaje único y hechizante, una sensación de fin del mundo, de ahí que se haga referencia a este entorno y a este lugar como “O Cabo do mundo”. Y es que la grandiosidad del mar y la altura de sus asombrosos acantilados enmarcan este territorio en un escenario prodigioso de monumentalidad paisajística y de panorámicas infinitas.

Castillos medievales de Galicia, fortalezas de contiendas y piedra (IV)

De las Torres del Oeste al castillo de Monterreal.En la última entrega de este algo extenso reportaje sobre los castillos medievales de Galicia, me quedé en el entorno de la ría de Arousa, concretamente en la acogedora población de A Pobra do Caramiñal de la que guardo, además, gratos recuerdos de mi estancia en ella, durante dos años, por motivos laborales.

Así que, sin dejar la atractiva ría de Arousa, entro en la provincia de Pontevedra.
Un conjunto de fortificaciones costeras constituía el proyecto de una barrera defensiva, a lo largo de esta ría, para proteger el señorío eclesiástico compostelano de las invasiones normandas y musulmanas. Entre ellas, sobresalen por su devenir histórico, las famosas Torres del Oeste, enclavadas en el municipio pontevedrés de Catoira, en la desembocadura del río Ulla y al comienzo de esta bella ría de Arousa.
Este “Castellum Honesti” fue un punto estratégico importante para impedir a las salvajes incursiones vikingas, normandas y moriscas -que llegaban desde el mar-, el acceso a la ciudad de Compostela. Incluso se habla de la existencia de una gran cadena de hierro desde las torres que, tensada por doscientos bueyes, impedía que las naves llegasen hasta Iria Flavia.
Antes de la construcción de esta fortaleza, parece que en este enclave existió un asentamiento de origen castreño y que se convertiría en un destacado puerto comercial al servicio de Roma.
El origen de la fortificación se remonta a la época de Alfonso III. Más tarde, Alfonso V donó este enclave al señorío eclesiástico compostelano. La misma mitra se encargó de mejorar la defensa con estas robustas torres.
La pérdida de esta fortaleza -de la que conservamos dos torres, los cimientos de una tercera y la capilla románica de Santiago- significó la decadencia de la Iglesia Compostelana.

Las torres del Oeste, declaradas Monumento Nacional, se han convertido, hoy en día, en unas atractivas y evocadoras ruinas que, altivas, miran a la ría, además de ser un magnífico escenario para la celebración anual, en el primer domingo de agosto, del legendario y famoso desembarco vikingo, fiesta declarada de Interés Turístico que rememora la batalla entre gallegos y vikingos y a la que acuden miles de personas cada año.
Las ruinas de la Torre de San Saturniño, en Cambados, vigilando, también el mar de Arousa y las de la Torre de A Lanzada, en el municipio de Sanxenxo, son ejemplos de otras fortificaciones eclesiásticas, erigidas para defender Santiago de las invasiones normandas y sarracenas.

En Soutomaior, a unos veinte kilómetros de Pontevedra, establezco mi siguiente parada.
La historia de su castillo, un severo bastión defensivo, centro de la actividad política del sur de Galicia, durante la baja Edad Media, y situado dentro de un encantador enclave paisajístico, rodeado de unos coloridos y cuidados jardines que destilan belleza, va unida a la figura mítica de Pedro Álvarez de Soutomaior, conocido como Pedro Madruga, personaje histórico con el que esta fortaleza alcanza la cumbre de su poder. No responde al prototipo de castillo inaccesible en lo elevado de un terreno escabroso. Sus ventajas estratégicas quizá procedan de su situación oculta que lo protegía de las invasiones provenientes del mar.
Los orígenes de esta interesante fortaleza, llena de historia, parece que se remontan al siglo X, cuando se edificó una torre rodeada de un foso. Ya en el XV, el castillo se amplía con la construcción de otra torre, que se une a la primera por medio de un cuerpo central, con un doble recinto amurallado, patio central y puente levadizo.

Como en tantos otros bastiones defensivos, la historia se repite, de nuevo, en el castillo de Soutomaior: la revolución irmandiña lo destruye en parte, para posteriormente ser reconstruido por orden de Pedro Madruga.
En el siglo XIX, se somete a una restauración que buscó la recreación de una escenografía romántica acorde con la vida de los nobles de la Edad Media: se edifica una delicada galería neogótica y se colocan almenas en todo el recinto.
Después de utilizarlo, a comienzos del siglo XX, para usos hospitalarios, industriales, e incluso como escuela y granja, en la década de los 80 pasó a manos de la Diputación Provincial de Pontevedra que lo ha dedicado a un centro de actividades socioculturales, tras someterlo a una cuidadosa restauración.
Su interior rezuma elegancia en todo un conjunto de estancias correctamente rehabilitadas: en sus salones, capilla gótica, subterráneos, puente levadizo, murallas, torre del homenaje, calabozos, plaza de armas…

Y de Soutomaior, me dirijo al municipio de Ponteareas. Allí, sobre la colina de Landín, en un tranquilo entorno paisajístico autóctono recuperado, se levanta el hermoso e inexpugnable Castillo de Sobroso, de importancia histórica y monumental, cuyo origen parece que se remonta al siglo IX y que pasó por las manos de los Castro, los Sarmiento y los Soutomaior, hasta que, durante el reinado de los Reyes Católicos, fue residencia de los señores de Sobroso y Salvaterra.
Después de sufrir el abandono durante los siglos XVIII y XIX, fue restaurado en el siglo pasado en dos ocasiones. La primera se realizó en el año 1923 por iniciativa de Alejo Carrera Muñoz, un periodista que invirtió gran parte de su fortuna en la adquisición del castillo y en su recuperación, proclamándose Señor de Sobroso.
La segunda restauración se llevó a cabo a finales del siglo XX, después de que el Ayuntamiento de Ponteareas adquiriese la fortaleza.

Este conjunto defensivo lo forman la muralla exterior, el cuerpo residencial y la torre del homenaje -con garitas en sus esquinas sobre modillones- y desde la que se contempla un paisaje fascinante constituido por los pueblos de la comarca.
Entre las leyendas que se gestan alrededor del castillo sobresale la que narra la historia del ciego que continuaba cantando y tocando la zanfona después de ser decapitado por los musulmanes que, en el siglo VIII, asaltaron la fortificación. Parece que la misma leyenda predice que cuando se vuelvan a escuchar esa voz y esa música, se avecinarán graves desgracias para Galicia.

Impresiona entrar en sus estancias, acondicionadas y ambientadas, que nos introducen en una atmósfera medieval y que nos ayudan a sentir la emoción histórica de su pasado. Se trata de un acogedor centro dedicado a la difusión de nuestra cultura popular, un pequeño museo de antiguas artesanías: una cocina con lareira y antiguos utensilios domésticos; una exposición de trajes antiguos; una colección de herramientas propias de oficios tradicionales; además de un dormitorio; un antiguo telar rústico y un batán que nos invita a recorrer una serie de paneles en los que se muestra el trabajo del lino. Todo ello nos sumerge en aquella época de siervos y campesinos, guerreros y mercaderes.

Del interior de la provincia de Pontevedra, regreso, de nuevo, a su costa, concretamente a la villa realenga de Baiona, uno de los enclaves históricos y marineros más atractivos de la península y a donde, según la leyenda, llegó Julio César, además de la carabela la Pinta, a su vuelta del descubrimiento de América, cuya arribada se celebra todos los años. Y es que Baiona siempre atrajo a reyes, señores feudales, musulmanes e incluso piratas.
En esta villa litoral se erige el Castillo de Monterreal. Cuando Almanzor llegó a Baiona, destruyó la fortaleza que, posteriormente levantó, de nuevo, el rey Alfonso V. Ya en el siglo XV, Pedro Madruga se apodera de esta villa costera, edificando su castillo en la zona de Monterreal. Hasta aquí llegó también el pirata Francis Drake que fracasó en su intento de apoderarse del pueblo.
Se trata de un impresionante baluarte en donde apreciamos elementos y soluciones defensivas de diferentes épocas, pues fue objeto de varias construcciones a lo largo de los siglos. Su diversidad arquitectónica la componen las murallas -de unos tres kilómetros de longitud, y que nos permiten un recorrido por todo su alrededor, al mismo tiempo que nos ofrecen bellas estampas litorales de esta costa sur de Galicia-; tres puertas de acceso al recinto -la del Sol es la más antigua, la Real del siglo XVI y la puerta de Felipe IV-; tres torres –la del Reloj, la más elevada, vigila tierra firme, la del Príncipe, el Atlántico, y la de la Tenaza, domina la bahía.

En el año 1963, la fortaleza fue vendida al Estado para formar parte de la Red de Paradores Nacionales convirtiéndose en el lujoso Parador de Turismo Conde de Gondomar, en donde se combina el ambiente de lo que pudo ser una época medieval con la suntuosidad de la arquitectua de los pazos.

Se agradece deambular por las angostas callejuelas de Baiona, contemplar las típicas viviendas marineras asoportaladas, recorrer sus pequeñas plazas enmarcadas por casas señoriales, entrar en sus tabernas de sabor marinero, visitar su colegiata, disfrutar de su tranquila bahía y acercarse hasta su puerto en donde está fondeada una réplica de la carabela la Pinta; o bien llegar hasta la colina rocosa sobre cuya cima el arquitecto Palacios proyectó la monumental imagen pétrea de la Virgen de la Roca que mira hacia el océano.

La Torre de Tebra, en Tomiño, hoy en día pazo residencial de propiedad privada; la de Cira, situada en Silleda, actualmente abandonada y en ruinas y el Castillo de Fornelos, en Crecente, en los límites con Portugal, completarían este recorrido por los castillos medievales pontevedreses.
Por orden: Torre de Tebra, Torre de Cela y Torre de Fornelos.

martes, 13 de marzo de 2012

Cedeira, tierra de mar (II)



La villa seductora
Cedeira es una localidad con un aspecto casi urbano, pero que no ha perdido ese carácter de villa marinera que imprime a todos y cada uno de sus especiales rincones. De hecho, esta población ha vivido, durante varios siglos, de las riquezas marítimas, a lo que se sumó en el XIX, alguna industria conservera y de salazón.

La población de Cedeira experimenta un aumento muy destacado durante los meses estivales, pues a ella llegan retornados y turistas que, como elemento dinamizador, pueden duplicar e incluso triplicar esa población local. Y es que sus parajes naturales, su gastronomía, su tipismo, sus actividades festivas, deportivas y náuticas atraen a miles de visitantes a una villa que puede presumir también de un casco viejo que hechiza y que conserva algunas viviendas de tipología marinera. Sus angostas calles, que invitan al paseo y a la contemplación, cobijan un característico conjunto arquitectónico tradicional de edificios con galerías acristaladas, magníficos balcones y finos trabajos de forja. Alguno de ellos conserva los escudos nobiliarios de las más destacadas familias que los habitaron.
El viejo puente, con sus tres arcos de piedra, vigila la transformación del río Condomiñas en la ría de Cedeira, al mismo tiempo que observa no sólo un sinnúmero de colores y luces sobre las tranquilas aguas, sino también los viejos reflejos de esos edificios dieciochescos. Pocos lugares habrá en los que se unan a la perfección, como en este rincón cedeirés de una belleza especial, la naturaleza con la arquitectura.

A este magnífico grupo homogéneo de viviendas hay que añadir su conjunto arquitectónico religioso que se reparte por la villa y por las cercanas áreas rurales, como la iglesia de Santa María de Régoa o la de Santo Andrés de Teixido -verdadero centro religioso y etnográfico- o la solitaria capilla de Santo Antón de Corveiro -levantada por la devoción marinera-, con el cruceiro de “O Cristo da Ponte” como única compañía. Se trata de un hermoso entorno que se ubica camino hacia Punta Candieira, un mirador atlántico desde donde contemplar la grandiosidad del océano y la navegación de los barcos que buscan el descanso en la ría, lugar en donde, además, se levanta el faro de Candieira. Hasta este maravilloso enclave se puede llegar tomando una serpenteante carretera que parte del centro mismo de la localidad cedeiresa.

Ya en la parte alta de la villa, destaca la iglesia de Santa María del Mar que, a pesar de haber sido sometida a importantes cambios y reformas que, por desgracia, no respetaron sus elementos antiguos, todavía conserva dos capillas de estilo gótico, la estatua yacente de Alonso de Piñeyro del siglo XV y una talla renacentista de la Virgen del Parto. Alguna que otra casa de Indianos de finales del siglo XIX, erigida con las ganancias de los emigrantes en Cuba -que también edificaron escuelas por las parroquias rurales- forman parte, así mismo, de este paisanaje cedeirés.

Quien conozca la comarca de Ferrolterra, sabe que uno de sus atractivos es la arquitectura militar moderna. Cedeira conserva manifestaciones de esa tipología constructiva no sólo en los escasos restos de su antigua muralla con cuatro puertas que rodeaba el primitivo núcleo medieval de la villa sino también en las ruinas de la “batería do Sarridal” y, por supuesto, en los de su fortín costero: el castillo de la Concepción, al término del puerto, próximo al castro de punta Sarridal. Se trata de una fortaleza levantada en el siglo XVIII para frenar la visita de corsarios indeseables y de las incursiones marítimas de ingleses y franceses por estas costas. Tengo entendido que el detonante que inició la construcción de este fuerte fue la llegada de una fragata inglesa persiguiendo a otro barco francés que se había refugiado en el puerto cedeirés. Así que ante el miedo que produjo a la población la llegada de navíos foráneos, con no muy buenas intenciones, y considerando que la batería que existía en Sarridal no era suficiente para la defensa de la ría, los habitantes de Cedeira decidieron emprender la construcción de esta fortificación que llegó a tener foso y cuarenta y cinco cañones, repartidos por sus tres frentes, preparados para disparar. Desde este mirador privilegiado se puede contemplar la entrada de la ría y las playas que la circundan; en definitiva, otra de las muchas magníficas vistas que esta población costera nos regala.
Pero como ha sucedido con otras fortalezas repartidas por la geografía gallega y española, durante mucho tiempo, este fortín, de planta irregular adaptada al terreno y con almenas que completan sus fuertes murallas, estuvo relegado al ostracismo, al igual que el conjunto de sus cañones, unas piezas de artillería que, hoy en día, vuelven a apuntar a la ría. Sus terrenos fueron utilizados como zona de pastoreo y para usos agrícolas; y sus piedras, posiblemente, formen parte de muros y paredes de alguna que otra vivienda. Pero, por suerte, hace unos años se puso en marcha el proyecto para consolidar y limpiar estas ruinas y sus alrededores. Durante ese proceso de acondicionamiento se descubrieron restos arqueológicos de cerámica, de metal, de piedra y algún que otro hueso.
Hoy en día acogen el Centro de Interpretación Histórica de la Villa de Cedeira.

Para los amantes del caminar tranquilo, Cedeira, declarado en 1954 Municipio de Interés Turístico Nacional, posee un buen número de calles, callejuelas, jardines y plazoletas que recorrer. Precisamente un largo y bien cuidado paseo marítimo con balaustrada y espléndidos magnolios nos conduce hasta la lonja y el muelle en donde descargan suculentas riquezas que nos regala este mar cedeirés: desde el apreciado percebe de sus acantilados, hasta los moluscos bivalvos de su ría. Allí, sobre un peñasco, llamado Pericoto, se erige la escultura dedicada a la mujer marinera. Este abrigoso e imprescindible puerto, con faro incluido y en donde los oriundos esperan el regreso de los navíos de bajura con las codiciadas capturas, parece una colorista composición pictórica.

Pero esta villa marinera también desprende leyenda. Y es que en Cedeira habita una pequeña parte de la historia de la “materia de Bretaña”. Aquí se mezcla lo ficticio con datos localizados en antiguos manuscritos, como los de un documento del siglo XVI, perteneciente al Conde de Lemos, y que hace mención al linaje de los Lago -destacados hidalgos del Reino de Galicia y que tienen posesiones precisamente en Cedeira-. Según ese manuscrito, descienden de Sir Lanzarote de Lago, miembro de la Tabla Redonda que, procedente de Bretaña, parece que llegó al puerto de Cedeira huyendo del amor de Ginebra.

No quisiera terminar esta parte del reportaje sin mencionar el “Lugnasad”, considerada una de las celebraciones más destacadas de la antigua cultura celta que tenía lugar en el mes de agosto. Cedeira ha decidido, también, tener su propio Lugnasad, una fiesta de muy reciente recuperación en la que varias parejas contraen matrimonio por el rito celta, con el compromiso de pasar juntos la época invernal, pudiendo, además, renovar ese compromiso en el siguiente Lugnasad.

Pero la visita a esta coqueta y legendaria villa no sólo conlleva un recorrido por su casco viejo marinero, de recuerdos medievales y rememoraciones celtas. La realización de itinerarios por las cercanías de Cedeira, muy especialmente por los miradores de la Serra da Capelada desde donde es posible, además, contemplar el ganado en libertad, deberá ser una imposición para todo viajero. Y, por supuesto, obligatoria, también, es la visita al santuario más emblemático de Galicia, después de la catedral compostelana, claro está: San Andrés de Teixido.

Castillos medievales de Galicia, fortalezas de contiendas y piedra (III)

Por tierras de los condes de Altamira.
Continúo esta densa ruta por los castillos medievales de Galicia, con la tercera entrega en la que me adentro por las tierras de los condes de Altamira.

Así pues, abandono Pontedeume, la legendaria villa de los Andrade, y me dirijo a Vimianzo, dejando atrás, en el municipio de Culleredo, la torre de Celas, entre cuyos propietarios figuraron, también, los Andrade y que hoy en día alberga una exposición etnográfica; y los escasísimos restos de la torre de Mesía en el municipio coruñés del mismo nombre; para pasar, a continuación, a la comarca de Bergantiños en donde, concretamente, en el municipio de Malpica, puedo admirar las Torres de Mens que pertenecieron al linaje de los Moscoso, condes de Altamira, construidas con el objetivo de proteger estas tierras de la expansión de la mitra compostelana.
Esta fortaleza muestra orgullosa sus tres airosas torres cuadradas realizadas en cantería de granito. Desde ellas se divisan el mar y las mismas islas Sisargas. Hoy en día, esta magnífica construcción, empapada de historia, y cuyos actuales dueños realizaron un arduo trabajo de restauración que fue reconocido con el premio Europa Nostra a la Protección del Patrimonio Arquitectónico y Natural en 1993, es de propiedad privada y no visitable.

Desde Malpica, sigo la estela de los Moscoso hasta llegar a Vimianzo. A la misma entrada del pueblo, se erige majestuoso su castillo, una vigorosa fortaleza, cuyas partes más antiguas datan del siglo XIII, y que fue testigo de las más destacadas desavenencias nobiliarias de la Edad Media. Convertido en el bastión más importante de los condes de Altamira y uno de los mejor conservados de Galicia, lo conforman cuatro torres de planta rectangular -de las que sólo la del homenaje conserva las antiguas almenas-, una muralla rodeada por un gran foso, además del patio de armas y otras dependencias. La mitra compostelana y los condes de Altamira tuvieron que luchar, en más de una ocasión, por su posesión.
En los últimos años del XIX, el castillo fue restaurado por Evaristo Martelo, marqués de Almeiras.
En el año 1936, el alcalde frentepopulista de Vimianzo encabezaría una manifestación que tomó pacíficamente la fortificación, colocando sobre sus torres las banderas socialista, republicana, comunista y de la UGT. Pocos meses después, un tribunal militar condenó a muerte al secretario del Ayuntamiento y a cadena perpetua a varios de los participantes de aquella ocupación. El alcalde, también castigado a la pena capital, estuvo oculto durante catorce años por los montes de Terra de Soneira. Posteriormente, el castillo pasaría a manos de la iglesia que lo vendió a la Diputación de A Coruña, dedicándolo a actividades culturales y como Museo etnográfico, después de efectuar labores de rehabiliación.
Hoy en día, cualquier visitante que se acerque a él, podrá recorrer las exposiciones de artesanía que se presentan en su interior, contemplar trajes tradicionales de diferentes comarcas gallegas o asistir a las demostraciones que realizan las palilleiras de la asociación As Remanquiñas, y las labores del lino con un telar en activo. Una acertada iniciativa.

Continuo mi ruta y después de admirar las Torres de Cereixo, también en el municipio de Vimianzo, cerca de la ría de Camariñas, o lo que queda de las Torres de Altamira, en el municipio de Brión, bastión defensivo que se convirtió en uno de los centros con más poder del feudalismo gallego, me dirijo hacia el entorno de la ría de Arousa, concretamente a A Pobra do Caramiñal para contemplar las Torres de Xunqueira, con una evolución arquitectónica e histórica, desde el siglo XIII, hasta nuestros días que las han convertido en uno de los pazos más emblemáticos de las Rías Baixas, transformadas, actualmente, en un negocio de hostelería.

domingo, 11 de marzo de 2012

Cedeira, tierra de mar (I)


El sol languidece tras la inmensidad atlántica. El océano mítico y desafiante, que estrecha una costa abrupta, se funde con el firmamento. Entre los acantilados que sostienen la salvaje Serra da Capelada, luces legendarias y misteriosas cubren Teixido. Un conjunto de parajes de hermosura inigualable se ilumina en la noche reflejándose en el espejo de la ría. Cedeira, una de las localidades marineras más bellas de la costa norte coruñesa, cautiva por el atractivo de sus cercanos paisajes casi infinitos, por su casco antiguo que, todavía, conserva reminiscencias de un origen medieval y por su apacible ensenada con aguas de un azul intenso, el cristal en el que Cedeira se mira. Inicio, así, la primera parte de un nuevo reportaje, en Cultura y Paisaje, sobre la villa coruñesa de Cedeira, y que tendrá continuidad en próximas entregas en este blog.

La ría serena.
Sería muy difícil imaginar Galicia sin mar, sin esa relación tan personal que mantiene con él. Un mar de aguas enfurecidas que golpean con rabia los cantiles y las naves, pero también de aguas mansas que se entregan pacíficamente a las rías.
A pesar de que las Rías Altas gallegas no son tan conocidas ni tan frecuentadas como las Rías Baixas, de lo que no cabe duda alguna es de que las primeras, caracterizadas por una belleza natural propia, se han convertido, afortunadamente, en un extenso enclave paisajístico, lleno de contrastes, cada vez más valorado y estimado.

La sugerente ría de Cedeira es la más pequeña de esas Rías Altas, un rincón sorprendente situado al pie de la “Serra da Capelada”. Se trata de una obra irrepetible de la naturaleza que nos ofrece, en cada momento del día, mil y un matices inolvidables que descubriremos en sus impresionantes acantilados verticales, en su serena y abrigosa bahía, en magníficas playas, en hermosas calas como la de Cerdeiras, Miseñora o Sonreiras… La resguardan el cabo Chirlateira y punta Candieira, desde donde podemos contemplar toda la infinitud atlántica.

Posiblemente sus antiguos pobladores, los lapatiancos estaban fascinados con estas tierras de destacados contrastes paisajísticos que los acogieron. Más tarde, los romanos decidieron bautizarlas con el nombre de Tierra de Cetaria, haciendo alusión, seguramente, a antiguas cetáreas y pequeñas radas o bien a los mismísimos cetáceos que se capturaban en su costa, para pasar, por evolución fonológica, durante la época medieval, a denominarse Cedeira.

Desde Ferrol, tomo la carretera hacia esta villa atlántica. A su paso por el vecino municipio de Valdoviño, el paisaje empieza ya a seducirnos y a conmovernos, seducción que alcanza su cénit cuando llegamos al arenal de Vilarrube y al estuario de Loira. Y es que en la orilla opuesta ya podemos contemplar la localidad de Cedeira como si de una postal se tratase.
A medida que nos acercamos a esa hermosa población marinera -entre las más turísticas del litoral norte coruñés-, tenemos que rendirnos ante la magnífica belleza natural conformada por su ría y por una costa con altos y agrestes acantilados, vigilado todo este conjunto paisajístico por las sierras de Eixil y de A Capelada.

En esas mismas aguas, salpicadas por la blanca espuma, “as Pedras do Medio Mar” vigilan con su presencia silenciosa todo lo que sucede en este privilegiado entorno, conocedoras, además, de quién sabe cuántas historias marineras.

A pesar de que parte de este espacio costero se ve ya afectado por la extensión de la especulación del cemento y del ladrillo, todavía podemos disfrutar de zonas vírgenes en el entorno y los aledaños de la ría que desconocen esa lacra urbanística. Una ría y una villa marinera conocidas por sus playas, como la de A Magdalena, el principal arenal, situado en el mismo pueblo, junto a la desembocadura del río Condomiñas, un cauce fluvial que, después de partir de la Serra da Capelada, se va
ensanchando a lo largo de su recorrido, hasta su desembocadura en el mar, no sin antes haber atravesado la localidad bajo sus tres puentes.

La playa de A Magdalena es una de las más concurridas de los alrededores. De arena blanca y suave, resguardada de los vientos y con aguas tranquilas, forma una apacible ensenada, en donde fondean embarcaciones de recreo que recorren esta ría, principalmente, en la época estival. Está rodeada, además, por un paseo marítimo en donde se combinan los pinares con áreas de descanso.

Siguiendo el tramo acantilado que bordea esta costa septentrional, se esconde la pequeña cala de “Mi Señora”. A continuación aparece Punta Robaleira, el lugar escogido para erigir un sencillo faro que ilumina la entrada de los barcos al puerto de Cedeira.

Un poco más allá, la playa virgen de Vilarrube, al fondo de la ría, en la desembocadura del río Porto do Cabo, nos ofrece su hermoso conjunto dunar y sus transparentes aguas. Todo aquel que haya estado por estos parajes lo reconocerá como uno de los rincones paisajísticos marítimos más bellos, suaves y gratos de las Rías Altas gallegas, en donde ni el urbanismo ni el asfalto han hecho mella en él.
También la tranquila playa de Arealonga, entre el puerto de abrigo de Cedeira y la lonja, es otro de los arenales que salpican esta ría, alteradas sus aguas sólo por el vaivén de las pequeñas embarcaciones que allí fondean.

La pequeña ría cedeiresa incita al marisqueo y a la pesca. Presume, además, de ser una de las más ricas en biodiversidad. La puesta en marcha de una estación depuradora ha ayudado a la mejora de su calidad. Recorrerla es una delicia para los sentidos. Sus aguas, unas veces procelosas y otras sosegadas, su luminosidad, sus arenales… hacen de ella una ría con personalidad propia.

viernes, 9 de marzo de 2012

Castillos medievales de Galicia, fortalezas de contiendas y piedra (II)

Continúo con mi recorrido por las fortalezas medievales más destacadas de Galicia. En esta segunda parte, y después de haber dejado atrás los castillos de Moeche y de Naraío, me encamino hacia la orilla de la ría de Pontedeume.

Mirando al mar, y en lo que hoy es la Plaza del Mercado, se levanta la Torre de Andrade.
Sólo este elegante torreón de origen gótico –ejemplo de arquitectura militar medieval y defensiva- ha aguantado el paso del tiempo, pues es lo que queda del antiguo palacio de los Andrade, uno de los legados arquitectónicos más relevantes que esta destacada estirpe gallega dejó en la villa.
Fue construida por Fernán Pérez de Andrade en el lugar donde se había erigido, con anterioridad, otra fortaleza. Durante el segundo alzamiento Irmandiño, dirigido por Alonso de Lanzós, la torre fue destruida. Una vez que se sofocó la revuelta, los mismos irmandiños tuvieron que levantarla, de nuevo.

A pesar de que este palacio-fortaleza fue declarado Monumento Histórico Artístico, es destacable el hecho de que, hasta el año 1935, todavía se conservaba la construcción, que fue derribada para edificar el mercado de abastos y un jardín.
Ventanas ojivales de arcos trilobulados y parteluces, torrecillas sobre modillones en los ángulos de la cubierta, y un magnífico escudo en su fachada principal, en el que se recogen los blasones de las familias de Andrade y Lemos, son elementos que decoran esta majestuosa torre de planta cuadrada.
En la parte superior del escudo se ha esculpido la corona condal y un ángel que sostiene un pergamino con la inscripción de los Andrade:“nolite nocere”, es decir, “no hagais daño”.
Hoy en día, este poderoso torreón está dedicado a actividades culturales, y se ha convertido en Centro de Interpretación del linaje de los Andrade, además de sede de la Oficina de Turismo.

No hay que perderse el paseo por las estrechas y empinadas calles del casco histórico de Pontedeume, ribeteadas con soportales que sostienen galerías y balcones; ni tampoco la contemplación de sus típicas plazas, la visita a la iglesia de Santiago –pegada a un grueso lienzo de lo poco que queda de la muralla-, el recorrido por el viejo puente -que en su origen tenía setenta y nueve arcos-, o la románica capilla de Breamo. Todo un conjunto arquitectónico en donde el oso y el jabalí de los Andrade protegen este pintoresco pueblo.

Sin abandonar tierras de Pontedeume, dominando la desembocadura del Eume y su valle, se emplaza la esbelta Torre de Nogueirosa, también conocida como “o castelo da fame” y sobre el que nace la romántica leyenda de la desafortunada historia de amor entre una doncella y un paje –hijo natural del señor de Andrade- que fueron encerrados en las mazmorras por el alcaide de este castillo, celoso de la relación que mantenían ambos jóvenes, dejándolos morir de hambre.
Unos años más tarde, en su lecho de muerte, el alcaide le relata lo sucedido a su señor. Éste, aterrado por lo que acababa de averiguar, le asesta una puñalada a su vasallo.

Compruebo que se trata de una sobria construcción de carácter militar, de reducidas dimensiones, en donde lo más destacado, sin duda, es su torre del homenaje.
La fortaleza es un ejemplo del expolio que los caballeros feudales realizaban sobre los bienes de la iglesia para aumentar su patrimonio, ya que se edificó en terrenos pertenecientes al monasterio de Sobrado, lo que causó desavenencias entre la casa de los Andrade y los monjes.
La fortificación no sólo sufrió los ataques de los irmandiños, sino que, años más tarde, fue derribada, entre otros bastiones, durante el reinado de los Reyes Católicos con el objetivo de debilitar el poder de los nobles gallegos.

Hace pocos años, se sometió a un proceso de limpieza de sus alrededores que la ha dejado en un estado de conservación bastante aceptable a pesar de que se encuentra medio derruida.

martes, 6 de marzo de 2012

Davide Salvado, Árnica pura

Descubrí a Davide Salvado en un veterano programa nocturno de la televisión gallega, emitido en horario de máxima audiencia la noche de los viernes; un programa musical y de variedades, desacreditado por muchos, pero que, en cambio, resulta ser una plataforma de lanzamiento de algunos de nuestros músicos gallegos para publicitar su primer trabajo discográfico, o bien un medio para dar a conocer los últimos proyectos de grandes artistas y grupos, también gallegos, y ya consagrados.
Así que, estaba yo aquella noche de recorrido televisivo por cuanto canal encontraba, buscando desesperadamente algún programa que me interesase (que ya es raro que lo localice), cuando un rostro masculino acaparó mi atención en la TVG. Un rostro masculino que me resultaba familiar, un rostro masculino moreno y atractivo; un rostro masculino sombreado por una incipiente barba correctamente desaliñada, un rostro y un cuerpo masculinos que podían atraer tanto a hombres como a mujeres. Mientras el presentador del programa realizaba el discurso introductorio a la actuación de Davide -el dueño de aquel rostro y de aquel cuerpo-, además de la presentación de su primer trabajo discográfico, "Árnica pura", me dio tiempo a radiografiar su inesperada indumentaria y su llamativo estilo: pantalones vaqueros ceñidos y cojoneros, chaqueta blazer, pecho y abdomen desnudos, al descubierto, adornados por una cascada de cadenas que, colgando desde su cuello, descendía por su tórax. La curiosidad me dominó y decidí aguardar por su actuación. “Todo o corpo fue el título de la canción que interpretó en aquella ocasión. Debo admitir que la voz cálida y sensual de este marinense me encandiló. La interpretación de “Todo o corpo”, mientras su mirada mostraba cierto coqueteo con la cámara y el telespectador, me hipnotizó. Pero ahí se quedó su excepcional actuación. Esperé para comprobar si volvía a salir al escenario a interpretar otro tema, pero no fue así, o eso creo recordar; pues es más que posible que, después de un nuevo recorrido, en vano, por la cartelera y la programación televisiva de aquella noche, me refugiase en los acogedores brazos de Morfeo.
Con sólo escuchar una preciosa y única canción y con sólo contemplar una excelente y personal interpretación, me decidí a comprar su primer trabajo discográfico: “Árnica pura”, título que toma el nombre de la árnica, una planta medicinal en peligro de extinción, pero que si se ingiere en dosis muy elevadas puede producir la muerte. Consultando en Internet, descubrí que fue una mujer de las montañas asturianas quien calificó la voz de este artista polifacético como árnica pura, por lo que tras esta comparación, Davide Salvado decidió titular este su primer trabajo con el nombre de esa planta medicinal.
Al día siguiente, tras recordar la breve actuación que este joven músico realizó en aquel programa, me di cuenta de que su rostro masculino y seductor lo había visto antes como componente de la banda de Xosé Manuel Budiño, uno de nuestros magníficos gaiteros actuales. Y es que Davide acompañó a Budiño en sus conciertos y actuaciones, aportando su espléndida voz y sus excelentes dotes musicales a la hora de ejecutar instrumentos de percusión como la pandereta o el pandero.
Con “Árnica pura” descubrí un músico carismático que atrapa con su voz cargada de esencias, de expresión, un músico provocativo y provocador en ciertos momentos, sobre los escenarios, y que atrae con su sola presencia (como así lo comprobé en aquel programa televisivo y visualizando, más tarde, en Internet la presentación de su disco en La Moreneta, en Vigo, el 18 de junio de 2011), un músico que bebe de la savia más pura del folklore gallego, pero también de la música de raíz castellana, portuguesa e incluso cubana.

“Árnica pura está formado por 12 canciones. La primera de ellas, “Todo o corpo”, mi favorita, y creo que una de las más intimistas y emotivas de este proyecto musical ha sido compuesta por la poetisa gallega Lucía Aldao. Las once restantes como "Marín por ti”, “Tirioni”, “Ay! Amor”, "Serán”o "La hija de Don Juan Alba”, entre otras, fueron escogidas por este músico dentro de una selección personal de canciones gallegas, portuguesas y castellanas, y que forman parte de nuestro rico acervo musical más puro de carácter popular.
El resultado de la colaboración entre Davide Salvado y el productor Eliseo Parra –músico vallisoletano, investigador e impulsor de la música tradicional, a la que dota de aires renovados, y que ha participado en este excelente trabajo- ha sido magnífico, un proyecto que convence y una voz masculina que brilla por su calidez y hermosura dentro de nuestro rico patrimonio musical gallego.