sábado, 9 de agosto de 2008

Peregrinaje y ritual en San Andrés de Teixido




El tradicional santuario de San Andrés de Teixido, cita obligada de peregrinaje para los gallegos -“A San Andrés de Teixido vai de morto o que non foi de vivo”-, representa para Galicia lo que Santiago de Compostela para Europa. A lo largo de los siglos, marineros y campesinos de toda Galicia acudieron a San Andrés de Teixido en romería; y, aún hoy, el apóstol sigue siendo objeto de veneración.

Religión, ritual y leyenda
La tradición cuenta que el apóstol San Andrés, pescador, se aventuró con su barca hasta llegar a estas tierras. Varado su navío y convertido en islote, el apóstol se sintió abandonado al no tener fieles. Manifestando la pena que le embargaba por haber llegado a tierras tan lejanas, un día lo visitó el Maestro y, consolándolo, le prometió que ese lugar remoto, a él dedicado, sería visitado por todo cristiano, al menos, una vez en la vida:
“Quédate eiquí San Andrés,
Que de vivos ou de mortos,
Todos te virán ver”.
De esta forma, San Andrés de Teixido se vincula a las grandes rutas de peregrinaciones que recorrían el continente europeo. Lo que atraía a los peregrinos a Teixido era un dedo del apóstol que ha desaparecido.

La leyenda relata que todos los peregrinos irán a San Andrés de Teixido porque:
“A San Andrés de Teixido
Vai de morto o que non foi de vivo”

Se da el insólito caso de que, no sólo las personas se constituyen en romeros, sino también los difuntos que no hicieron el peregrinaje en vida y que, para tal menester, recorren el camino desde su sepultura convertidos en lagartijas, culebras, sapos o en cualquier otra alimaña. Pero también el cristiano puede esconderse en un objeto material. Un relato popular cuenta que tres muchachos encontraron una calavera en medio del camino y, sin respeto alguno, la trasladaron a patadas hasta la puerta del santuario. Al llegar allí, oyeron cómo la calavera les daba las gracias ya que por sí sola hubiese sido incapaz de llegar.
Una forma curiosa de peregrinar era el viaje que se hacía con un difunto en espíritu. Los parientes más allegados de aquellos finados que no habían podido cumplir la promesa de ir a San Andrés en vida, decidían cumplirla con él. De esta forma, se presentaban en el cementerio para recoger su alma, avisando de su partida con tres golpes sobre su sepultura. De manera natural, se integraba en la comitiva; incluso en los medios de transporte se les reservaba su plaza y se comentaba con él las incidencias del viaje. Además, se le llevaba comida, pero que sería donada a un mendigo. Una vez finalizada la romería, lo acompañaban de nuevo al cementerio.

En Teixido, topónimo que parece proceder de teixos/tejos, árbol legendario de Galicia, se presentan elementos de sacralidad manifiesta: las montañas como símbolo de elevación sobre lo terrenal, la grandiosidad del océano como tránsito a otra vida, la idea del fin del mundo por lo apartado del enclave, las hierbas sanadoras y la purificación por medio de las aguas santas; todo ello cargado de fuerte significación antropológica.
San Andrés de Teixido es un ejemplo representativo de devoción popular y de prácticas cíclicas en donde se mezcla lo religioso con lo mágico.


El espacio natural que acoge el templo, constituido por la caída de la sierra hacia el océano, enlaza con el culto naturista de los antiguos pobladores de este litoral atlántico y también con el culto a los promontorios que sugieren el fin del mundo, como el caso de Fisterra.

En San Andrés están presentes costumbres ancestrales que llegaron hasta nosotros, destacando los ritos de fertilidad sintetizados en la herba de namorar, las figuras de miga de pan, la fuente de los tres caños, el culto al apóstol y la peregrinación hasta su santuario.
Los ofrecidos en vida, una vez efectuadas sus penitencias, como la de recorrer de rodillas el alrededor del santuario, depositan, en el interior de la capilla, sus exvotos. Entre ellos figuran ofrendas de cera y velas e incluso ataúdes de personas que estuvieron a punto de morir. Éstas últimas escuchaban la misa en el interior de las cajas, ofrendándolas a continuación. Pero desde hace mucho tiempo, esas prácticas religiosas han desaparecido. Quedan, todavía, los exvotos: piernas, cabezas, manos, corazones, o figuras de cuerpo entero. Al santo se le atribuye la curación de órganos y partes del cuerpo y la ofrenda en cera es testimonio de la intercesión milagrosa del apóstol. También los animales son testimonio de los beneficios del apóstol. Y es que San Andrés tanto cuida por el buen estado del hombre como por el de sus animales.

Pero el santo no sólo vela por la salud del ganado y del hombre, sino también por lograr que este último consiga descendencia:
“Sonche milagros de San Andrés,
Que van dous e veñen tres”

De esta forma, San Andrés se vincula también a los ritos paganos de la fecundidad, en donde no falta el elemento de la “herba de namorar” (Armeria Marítima o clavel marítimo), planta abundante por la zona y a la que se le atribuyen propiedades afrodisíacas y para conseguir pareja. Para ello, hay que introducir un ramito de esta hierba en el interior de una prenda de la persona amada.

Forma parte del ritual bajar hasta “a fonte do santo”, situada en una zona de pendiente a la que algunos ofrecidos deciden llegar de rodillas. Según la leyenda, su manantial nace debajo del altar mayor del santuario y sus aguas son de efectos curativos para problemas cutáneos. El agua sale por tres caños. La tradición dice que, para cumplir correctamente con el ritual, hay que beber de los tres caños. Además de beber el agua y de transportarla en garrafas para casa, también se mojan pañuelos en ella, hoy en día de papel, para aplicarlos después sobre verrugas y manchas de la piel con el fin de eliminarlas, dejándolos, a continuación, a “secar el mal” en los árboles.
Se realizan peticiones y se tiran migas de pan en su pilón para averiguar si esos deseos se cumplirán: si las migas de pan flotan, serán cumplidos; pero si se hunden, no es buen presagio. Según otra versión, si la miga de pan flota, el romero volverá, al menos, una vez más a San Andrés. Si por el contrario, la miga cae al fondo, es indicio de que ese mismo año será el último en vida del interesado. Por esta razón, la fuente recibe también el nombre de “Fonte da morte e da vida”.
Los peregrinos vuelven a sus casas portando estampas y un ramo de avellano, símbolo del santuario, pero que ha sido sustituido por los llamativos sanandreses, figuritas artesanas de colores, hechas con masa de pan sin fermentar, cocidas en el horno y decoradas y que representan a Cristo crucificado, al mismo San Andrés y los elementos relacionados con su leyenda: la barca, el ancla, la sardina, la escalera con la que saltó a tierra, etc....... Hoy se conocen dieciséis modelos distintos. Y hasta hace poco tiempo, se elaboraban con la miga de pan las ruedas solares celtas. Estos coloristas sanandreses se unían antes al varal de avellano junto al clavel marítimo o herba de namorar y a una rama de tejo. Parece que este ramo tenía propiedades defensivas contra los maleficios. Además, frotando el cuerpo de un animal enfermo con él, se podía obtener su curación.
En los puestos de venta, situados en el camino de bajada al templo, se pueden adquirir los sanandreses, además de rosquillas y otros recuerdos y souvenirs; y al viajero se le ofrecerá de regalo la preciada herba de namorar.

Un elemento característico, que forma parte del camino que lleva a San Andrés, son los amilladoiros, amontonamientos de piedras que fueron depositadas por los peregrinos y que se creaban en donde había fallecido una persona. En algunos hay una cruz como señal del hecho de la muerte. Estas piedras eran portadas por los peregrinos como símbolo de penitencia. Muchos de estos amilladoiros, testigos mudos del paso de los peregrinos a lo largo de los siglos, han sido destruidos y sus piedras empleadas en las construcciones. Otros reposan en el olvido mientras son invadidos por la vegetación.

Arte en San Andrés de Teixido.Cualquier visitante que acuda a este pequeño enclave de la costa coruñesa descubrirá que, integrada en el paisaje, predomina una tipología arquitectónica de cachotería encintada en blanco, tanto en las viviendas como en el mismo santuario, edificio de carácter rural y de sencilla nobleza y que está precedido de un atrio, lugar de reunión de vecinos y peregrinos, además de mirador. La piedra a la vista del edificio, su encintado y caleado, aunque otorga al santuario una imagen característica, esconde su verdadera imagen de templo barroco.

A la época de los Andrade corresponden las partes más antiguas del templo: una puerta lateral con arco conopial isabelino y que, entre los siglos XV y XVIII, debió de ser la entrada principal a la iglesia, y el ábside inicialmente en forma de bóveda.

En 1781, y aprovechando los beneficios que el auge de la romería de aquella época aportaba, su estructura arquitectónica fue complementada con la nueva fachada y la torre campanario en la parte izquierda de la misma, con forma rectangular y de tres cuerpos decrecientes y cúpula rematada en pináculo.

Pero desde el punto de vista artístico, lo más notable es el retablo barroco, perteneciente al segundo cuarto del siglo XVIII, compuesto por columnas salomónicas con abundantes racimos y hojas de parra y las hornacinas ocupadas por las imágenes de los apóstoles.
Un busto relicario tardo renacentista, traído de Italia por los comendadores hospitalarios, y que representa a San Andrés, guardaba el dedo del apóstol.
En cuanto a la imagen procesional de San Andrés, de cuerpo entero, lleva una sardina colgada de su cintura, símbolo de su llegada por mar y que además indica la protección que ofrece a las gentes marineras.

Desde el punto de vista arqueológico, hay que destacar una piedra que se encontraba en el cementerio y que se utilizó de peana para una cruz de hierro. En su base, presenta una esvástica grabada de quince radios e inscrita en un profundo círculo. La existencia de este relieve en esa piedra nos hace pensar en su relación con el culto al sol.
Una vez en Teixido, se hace obligado visitar el lugar de Herbeira, muy cercano a San Andrés y que, con sus 612 metros de altitud, se constituye en un imponente mirador sobre los acantilados considerados como los más altos de la Europa Atlántica, después de los noruegos. Al penetrar las montañas en el océano, se produce una sensación de fin del mundo, de ahí que se haga referencia a este entorno y a este lugar como “O Cabo do mundo”.

Aquí se sitúa una peculiar edificación denominada Garita de Herbeira o Vixía de Herbeira, de principios del siglo XVI, construida para poder prevenir posibles ataques de flotas enemigas. Se trata de un pequeño puesto de vigilancia de sencilla construcción, desde donde los giritanos (habitantes que poblaban ese entorno), controlaban el espacio marítimo.

Teixido, uno de los santuarios más importantes de la península ibérica, supone un hito antropológico, etnográfico y paisajístico, escondido entre abruptos acantilados, montes ondulados y aguas bravas. Su situación espacial, junto con la devoción de carácter mítico-religosa que se le profesa, han convertido a San Andrés de Teixido en uno de los lugares gallegos dentro de las rutas de peregrinación con más profunda raigambre.
La inmensidad del mar y la verticalidad de los acantilados, desde los que se divisa la grandiosidad del Océano Atlántico, enmarcan este territorio en un escenario prodigioso de monumentalidad paisajística.

Paisaje cultural






Uno de los elementos que determinan la cultura de un pueblo es su forma de transformar e interpretar el paisaje del territorio en el que vive; paisaje que se debe comprender como algo dinámico, en donde diversos componentes juegan e interaccionan entre si. Cualquier paisaje es el resultado de la relación de varios factores, procesos y formas; unos de origen natural, y otros vinculados a las actividades realizadas por el hombre. Esas actividades, junto con la organización de unas formas de vida socioeconómicas, culturales y emocionales, además de factores plásticos, geográficos y elementos naturales, implantados en un territorio, conforman un sistema espacial paisajístico. En definitiva, un conjunto de fenómenos simultáneos y desordenados unas veces, organizados y justificados otras, dibujan el paisaje cultural de cualquier espacio geográfico, presentando formaciones sociales y matices propios e individuales. Desde aquí pretendo dar a conocer cualquier rincón de nuestra geografía: su arte, sus costumbres y tradiciones, su literatura, su historia, sus músicas, su paisaje..........; cualquier elemento es bueno para motivar nuestros sentidos.