sábado, 8 de marzo de 2014

La villa lírica de Padrón (II)

La Casa de la Matanza, el santuario laico rosaliano.
Padrón es cuna de grandes literatos que han exaltado nuestras letras gallegas: desde los primeros trovadores, antiguos poetas del amor, como Macías o Namorado y Juan Rodríguez, hasta el premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, sin olvidar a la gran poetisa de nuestra lírica, Rosalía de Castro, máximo exponente del Rexurdimento de la Literatura Galega. De esta última queda en la villa padronesa, además de su recuerdo y de su estatua en el Paseo del Espolón, su casa -convertida en Museo-, uno de los edificios más visitados.



En el lugar de Matanza, cerca de la estación ferroviaria, se ubica esta sencilla vivienda de dos plantas en donde la inmortal poeta fijaría su residencia hasta la fecha de su muerte: “Abrídeme esa ventá que quero ve-lo mar”. Esas fueron las últimas palabras de la escritora, antes de que la negra sombra la asombrase a los pies de su lecho. Y es que desde esa ventana, la autora de “Cantares Gallegos” contemplaría, frecuentemente, este valle que inspiraría muchos de sus poemas, bordeado por líneas montañosas y salpicado por pequeñas viviendas de piedra. El mundo paisajístico rosaliano de ermitas y cementerios, campos y aldeas, gentes y tradiciones, fuertemente unido a su sentimiento vivencial, aparece hermosamente reflejado en los versos que hacen patente los estados del alma de la poeta y que compuso en esta hermosa casa de aldea que nos sumerge en el misterio y el encanto de sus últimos años, y a la que llegan miles de visitantes, “peregrinos” admiradores de nuestra escritora. Su espíritu, su magia literaria y su amor al terruño nos acompañan en este recorrido por el interior y el exterior de este precioso y mágico edificio de piedra, rebosante de lirismo intimista. 
Fue dentro de sus fuertes muros en donde la hija más ilustre de Padrón se inspiró para escribir En las orillas del Sar, un libro de poemas dedicado a su querida tierra, y para terminar Follas Novas.  
Hoy, convertido en museo monográfico, conserva, casi sin cambios, su estructura y distribución original. La planta baja, llamada “O perfil dunha sombra”, refleja la vida y el entorno que rodeó a la escritora, dando a conocer, además, su importancia dentro del mundo cultural gallego. “O seu” es la denominación que recibe la primera planta del edificio, una recreación fiel de esta vivienda del siglo XIX. Se mantienen, igual que en los tiempos de Rosalía, el comedor, la lareira, el escritorio de su esposo Manuel Murguía o la cama donde murió la escritora, además de otros recuerdos, escritos, libros, objetos personales, fotos de la poetisa y de su familia, muebles y elementos cotidianos que se conservan intactos en el interior de las diversas estancias como la biblioteca, los dormitorios o la cocina y en las que, además, se ha intentado mantener el espíritu lírico, sentimental y nostálgico de Rosalía, sin olvidar el jardín con sus camelias y otras especies florales.




Transformada en Casa-Museo en 1972 -gracias a la formación de un patronato en el año 1947-, en 1996 se convirtió en la Fundación Rosalía, siendo uno de los Museos más visitados de Galicia. En un edificio contiguo se creó el Centro de Estudios Rosalianos, entidad dedicada a divulgar la figura y la obra de esta gran escritora de la cultura gallega y a mantener viva su memoria.

La Fundación Camilo José Cela: un tesoro en Iria Flavia.
Colindando con Padrón se encuentra la parroquia de Iria Flavia, foco de cristianismo y capital religiosa en tiempos lejanos, arrebatada por Compostela años más tarde. De esta forma su antigua iglesia, de origen paleocristiano, dejó de ser catedral para transformarse en la Colegiata de Santa María Adina en donde se custodian los restos de una treintena de obispos de Iria. Un conjunto de lápidas y sarcófagos nos trasladan a aquellos lejanos orígenes. Aunque conserva una portada gótica, con una representación de la Epifanía en su tímpano, la mayor parte de este hermoso edificio religioso es de estilo barroco. Las terminaciones de forma piramidal de sus torres campanario del siglo XVI -que se pueden divisar desde cualquiera de los miradores del municipio- le otorgan cierta singularidad al entorno y nos recuerdan a las del Tesoro y del Claustro de la catedral de Santiago. Un peculiar atrio rodea el templo.  Allí se encuentra el emotivo cementerio de Adina, cuyas tumbas y olivos inspiraron nostálgicos versos a Rosalía que fueron inmortalizados en su obra “Follas Novas”  y cuyo suelo acogió los restos de la escritora hasta que fueron trasladados al Panteón de Galegos Ilustres, en Santo Domingo de Bonaval:
“O simiterio de Adina
n`hai duda que é encantador,
cos seus olivos escuros
de vella recordazón;
co seu chan de herbas e frores
lindas, cal no`outras dou Dios;
cos seus canónegos vellos
que nel se sentan ó sol;
cos meniños que alí xogan
contentos e rebuldós;
cas lousas brancas que o cruben,
e cos húmedos montóns
de terra, onde algunha probe
ó amañecer se enterrou”.


 Actualmente, en este íntimo camposanto descansan los restos de otro ilustre escritor padronés: Camilo José Cela. Frente a la Colegiata se encuentra la Fundación que lleva su nombre y el pequeño Museo de Arte Sacro. A principios de la década de los 80, Cela decidió donar sus obras de arte, documentos, trabajos literarios propios y de otros escritores, manuscritos y fondos archivísticos, un ingente epistolario que guarda su correspondencia personal con personajes de la cultura, curiosidades, recuerdos, fotografías, sus premios – el Nobel, el Cervantes y el Príncipe de Asturias-, una interesante pinacoteca que alberga obras de Tàpies, Picasso, Miró, Alberti o García Lorca y otras aportaciones personales -todas ellas manifestaciones de la obra y vida del novelista y que no dejarán indiferente al visitante- a una Fundación que se constituyó en vida del escritor y que se ubica en esa parroquia rural coruñesa que lo vio nacer, en Iria Flavia: “Antes de que el inclemente viento de la historia de cada cual pudiera esparcir mis papeles por el mundo adelante”.


Para conseguir este atractivo objetivo, la primera gestión que hubo que realizar fue la de adquirir una de las Casas de los Canónigos o Casas dos Coengos, de finales del siglo XVIII, situadas en frente de la Colegiata y que, en su momento, se edificaron como residencia para esos religiosos, cuando la sede iriense gozaba de gran apogeo. 

El trabajo de restauración de estos edificios respetó la estructura original arquitectónica de todo el conjunto, constituido por varias casas adosadas, utilizando, además, materiales autóctonos y elementos tradicionales de la arquitectura gallega. 
Hoy en día, la Fundación abarca varios de estos edificios que se dividen en diversas estancias como las Salas de la Familia de Pascual Duarte, dedicadas a la primera novela del escritor y en las que se muestran distintas ediciones de esta obra y objetos relacionados con ella; la sala de La Colmena; la Sala de las Botellas que nos invita a contemplar unas 100 botellas pertenecientes al novelista y firmadas por personajes relacionados con el arte y la cultura como Miró, Picasso, Hemingway, con los que el escritor compartió su contenido; la Sala de la Novela; la sala de la revista de Papeles de Son Armadans; la sala de los Libros de Viajes, uno de los géneros literarios más importantes que cultivó; las Aulas de poesía de postguerra de García Nieto que acogen el legado de este poeta; las Salas dedicadas al Ayuntamiento de Madrid y destinadas a los actos del homenaje que esta ciudad le rindió en 1991 con motivo del Premio Nobel de Literatura; no podía faltar la Sala de Galicia, dedicada a escritores gallegos y obras literarias sobre esta tierra; el recibidor de los cuartos de baño que muestra una colección de orinales de porcelana; la Sala de Literatura; la Sala de Medallas; la Sala de Ediciones; la Sala del Rey; la Sala del Nóbel; el Despacho del Presidente, sala personal de Cela; el Comedor; la Hemeroteca; además del Paraninfo y la sala para investigadores.




Siendo Cela nieto de un ferroviario, en él creció una devoción especial por los trenes. “Nací a orillas de la vía del tren y en una familia que llevaba ya dos generaciones de ferroviarios; (…) A nadie debe extrañar que me sienta y proclame ferroviario; es más que probable que los nacidos en tiempos del ferrocarril de carbón estemos románticamente intoxicados de humo, lo que no entiendo como una desgracia sino como un galardón.” (CJC “Memorias, entendimientos y voluntades”,1993).
Así, en el año 1999, la Fundación inaugura el Museo Ferrocarrilero John Trulock -dedicado al abuelo materno del escritor que dirigió la primera vía férrea gallega-, en el que se expone un fondo documental, gráfico y objetos tales como faroles de estación, relojes, aparatos telegráficos y telefónicos y maquinaria relacionada con el funcionamiento de una estación de ferrocarril, maquetas de locomotoras y demás elementos vinculados con este atractivo medio de transporte. Además, en los jardines de la Fundación, podemos contemplar dos locomotoras del siglo XIX -denominadas “La Sarita” y “La Sestao”- junto con la fiel reproducción del andén de una estación antigua. También destacan un viejo coche y un carro para apagar incendios.


La Fundación será la manifestación del amor que el Premio Nobel sentía por Galicia, la tierra que lo vio nacer. Así lo manifiesta con estas palabras: “Entre estas paredes de piedra (…) queda la huella de cuanto he podido hacer a lo largo de mi ya no breve existencia, y pudiera ser que con mejor voluntad que oportuno acierto, y hoy (…), se hace realidad mi sueño de devolver a la tierra gallega todo cuanto me dio y que es la fehaciente muestra, la inequívoca señal de que he vivido”.
Las casas de los Canónigos han sido catalogadas como monumento histórico de carácter nacional, lo que les confiere la declaración de Bien de Interés Cultural. No hay ni que decir que se han transformado en un rico y relevante centro intelectual, encargado de conservar todo un ingente patrimonio artístico y literario de importante valor.
                                  
Abandono Padrón, sumergida en recuerdos rosalianos y jacobeos que me ayudarán a sentir y comprender mucho mejor la lírica de la autora de “En las orillas del Sar” y la ingente y diversa obra de nuestro Premio Nobel. Un recorrido por este singular conjunto se convierte en una perpetua referencia a las palabras y a los versos de sus insignes literatos. Sus jardines, sus pazos, sus iglesias, sus paisajes…. fueron una abundante fuente de inspiración para Rosalía, para Macías o para Cela. La comarca del Sar ha querido responder al cariño manifestado por estos grandes literatos, rindiéndoles un homenaje a través de sus esculturas y de sus museos que mantienen vivo todo su legado.

“¡Viva España y La Coruña,
                                                y los pimientos de Herbón!
                                               ¡Que viva el celta de Vigo
                                               Y don Jorge Guasintón!

                                               ¡Vivan la mar y sus peces
                                               y viva también Padrón!
                                               ¡Vivan los quintos de Noya
                                               y los de Corcubión!

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